Pedro Prado (1886-1952), poeta posmodernista chileno, fundador del grupo de Los Diez, artistas unidos por el afán de “cultivar el arte con una libertad natural”, introdujo en su país el verso libre. También cultivó con maestría el poema en prosa y el soneto.
MI CANTO
No sé lo que voy a decir. Ignoro lo que voy a cantar.
Mi voz aún está en el fondo de mí mismo.
Sonrío como una madre que siente a su hijo agitarse en las entrañas.
Al igual de ella, yo no sé si mi canto será rudo como un hombre o tierno como una mujer.
No lo sé; pero estoy cierto de que vive y se nutre silenciosamente.
No lo sé; pero sonrío imaginando su belleza.
Cuando él nazca, yo también estaré entre la vida y la muerte.
Y cuando él pueda valerse por sí solo y lleguen mis amigos, yo lo presentaré orgulloso y embelesado.
Y él cantará con su voz pura y juvenil.
Mis amigos sonreirán indiferentes y yo no diré nada, nada…
Sólo sufriré, porque sus palabras, como aves perseguidas, buscarán mis oídos con insistencia.
Sólo sufriré, porque mi canto no tiene cabellos que poder acariciar, ni ojos que poder besar, ni cuerpo que proteger entre mis brazos tristes y paternales.
Los pájaros errantes, 1915.
TRÁNSITO DE LA ESPINA A LA ROSA
Labré el aire, y en cárcel de sonido
eché a volar el corazón sediento;
triste jilguero, al parecer contento,
que canta entre palabras oprimido.
Tejí la estrofa cual si fuere un nido;
incubé mi dolor, le di alimento,
y al trocarse un alado pensamiento,
emprendió un largo vuelo hacia el olvido.
Así libra el dolor quien lo embellece.
En la magia verbal de hechicería
la tristeza hecha verso no parece;
siempre el vuelo semeja una alegría;
¡y es el rosal una ascensión de espina
en tránsito a la rosa en que termina!
No más que una rosa, 1946.