Thomas Wyatt

Retrato de Ana Bolena, anónimo

El poeta y diplomático inglés Thomas Wyatt (1503-1542), tras su primer viaje a Italia, en 1527, se convierte al petrarquismo. Desde entonces, se esforzará por adaptar los motivos y las formas métricas de la poesía italiana a la lengua inglesa.

SOBRE PALABRAS ENGAÑOSAS

Dondequiera que un hombre las buscase
siempre hermosas palabras hallaría;
tan asequibles son que nada valen,
pues viento solamente es su sustancia.
Eso sí: voces bellas y juiciosas…
armonía tan dulce ¿cuándo es vista?

Epigramas. Traducción de Paco García.


Alejandro Romualdo

Azul diagonal, de Eduardo Moll

Alejandro Romualdo (1926-2008), poeta peruano de la generación del 50, evoluciona desde un lirismo de estirpe rilkeana hacia las formas más coloquialistas de la poesía social.

EL CUERPO QUE TÚ ILUMINAS

Porque eres como el sol de los ciegos, Poesía,
profunda y terrible luz que adoro diariamente.
Mis ojos se queman como los ojos de las estatuas
mi corazón padece como una vaso de vino en un armario.

Tú eres un puente de agonía, un mar animado
de agua viva y palpitante. Tú te alzas y brillas:
yo giro alrededor de ti; alta y pura te miro
como los perros a la luna, como un semáforo para morir.

¡Oh Poesía incesante, mi buitre cotidiano,
me tocó servirte en el reparto de sufrimientos:
como un niño exploraba las tierras pálidas del sol.

¡Oh Poderosa! Yo soy para ti uno de los miembros
de esta numerosa familia sideral
compuesta de padres e hijos milenarios.
Yo soy para ti la noche: Tú me enciendes,
ardo en el vientre universal,
rabio con las olas y las nubes,
escribo al girasol que me ama diariamente deslumbrado.

Yo te devuelvo, amor mío, como un espejo desierto
en cuyas entrañas están las cenizas de donde Tú renaces.
Yo te devuelvo amor, mi vientre se renueva sin cesar.
Tú te ocultas y muerdes, entonces, como una ola gloriosa,
llena de dulzura y vigor.

¡Oh Poesía, mi rayo divino y cruel, clava tu pico,
devora el fuego que me abate, apaga esta zarza inmortal!

He aquí mi cuerpo, roído por las estrellas,
pálido y silencioso como un dios que ha cesado
y que Tú arrastras, borrándolo, como el mar o la muerte.

El cuerpo que tú iluminas, 1950.


Leopoldo Sánchez Torres

Tú Jane, yo Tarzán., de Amable Villarroel

Leopoldo Sánchez Torres (Asturias, 1963) es, además de poeta, el director del «Aula de las metáforas», la única biblioteca española especializada en poesía. Su obra poética registra el paso de los días, con nostalgia e ironía, en un lenguaje leve, pero sugerente.

LAS CALLES QUE HAN LLORADO NUESTRA DICHA…

Las calles que han llorado nuestra dicha.
La luz pequeña y blanca del invierno.
El río de palabras que nos lleva
al mar de incertidumbre de la noche.

Monedas, candelabros, aguafuertes,
espadas, catedrales, taxis, nubes.
El rumor de una página de sal
en la dura oquedad de un cuarto oscuro.

Un grito, una promesa, una violeta.
La maraña del tiempo, la memoria.
La negra segadora en ese cuadro
que cuelga en las paredes de la vida.

La naranja del mundo inquieta espera
que le quite la piel algún poema.

Lugares comunes, 1991.


Mercedes González de Moscoso

Reflexión nº 1, de Camilo Egas

Mercedes González de Moscoso (1860-1911), poeta mayor del segundo romanticismo ecuatoriano, cantó las emociones tiernas y dulces de la vida cotidiana y hogareña. Cultivó con asiduidad el romance heroico.

COMO ESCRIBO

La luz del sol me daña; por la tarde
llamo a mis compañeras, a las sombras,
y pensando en mis muertos y en los que amo
de memoria compongo mis estrofas.

Surgen del alma débiles y tiernas
para arrullar mi sueño, son palomas
que abandonan el nido ya muy frío,
pues cayeron las flores y las hojas.

Las dejo que me arrullen, con el alba
abro mi libro azul con líneas rojas,
y las diseco allí como si fueran
pensamientos o blancas mariposas.

Así es como las creo y nunca cuido
del sentido del verso o de la forma,
que broten como brotan de las plantas
lirios azules y encarnadas rosas.

Mi cerebro sin luz, jamás podría
forjar idilios de color de aurora,
esos que surgen bajo forma extraña
llevando una caricia en cada nota.

Yo desconozco el arte; no construyo
estancias con jacintos ni magnolias,
mi musa no se envuelve en el ropaje
del azul de los cielos y las olas.

Se presenta muy triste y enlutada
envuelta en el misterio de las sombras,
sin otro adorno en la cabeza rubia
que un ave blanca con las alas rotas.

Por eso mis estrofas tan amadas
son de aquellas que gimen y sollozan;
con la noche despiertan a la vida
sin anhelos de aplausos ni de gloria.

Allí en el libro azul, muy en secreto
guardo mis avecitas melancólicas,
como guardé de niña las muñecas
de claros ojos y cabezas blondas.

Ya sabes como escribo… Te sorprende,
tú que conoces mis tristezas hondas?
Deja que las exprese en mi ignorancia
como expresan sus quejas las alondras.

Cantos del hogar, 1910.


Álvaro Valverde

Velours, de Alberto Reguera

La poesía del cacereño Álvaro Valverde (1959) se caracteriza por la sobriedad (“ese tono confidencial de lo dicho en voz baja”) y la actitud meditativa (“como quien va desgranando una idea”).

EL LECTOR

Ya había escrito el poema que ahora leo
en las páginas de un libro que no es mío.
Aunque esté ante él por vez primera
y por primera vez pose mis ojos
sobre la levedad de cada línea,
sé, a ciencia cierta, que los giros,
el tono, la medida, las metáforas
y, en fin, las expresiones que contiene,
por muy mías que a mí me lo parezcan,
son propiedad ajena, de ese alguien
lejano y tan distante como el tiempo
que en este mismo instante nos separa.
Me leo a mí mismo en estos versos
que anticipadamente me escribieran.
Soy su destinatario. Soy el que era.
Las palabras que enhebran me descubren
en una incierta edad que he olvidado.
Allí yo era ese otro que ahora vuelve.

Mecánica terrestre, 2002.