La poesía del cacereño Álvaro Valverde (1959) se caracteriza por la sobriedad (“ese tono confidencial de lo dicho en voz baja”) y la actitud meditativa (“como quien va desgranando una idea”).
EL LECTOR
Ya había escrito el poema que ahora leo
en las páginas de un libro que no es mío.
Aunque esté ante él por vez primera
y por primera vez pose mis ojos
sobre la levedad de cada línea,
sé, a ciencia cierta, que los giros,
el tono, la medida, las metáforas
y, en fin, las expresiones que contiene,
por muy mías que a mí me lo parezcan,
son propiedad ajena, de ese alguien
lejano y tan distante como el tiempo
que en este mismo instante nos separa.
Me leo a mí mismo en estos versos
que anticipadamente me escribieran.
Soy su destinatario. Soy el que era.
Las palabras que enhebran me descubren
en una incierta edad que he olvidado.
Allí yo era ese otro que ahora vuelve.
Mecánica terrestre, 2002.