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Martín López-Vega

Naturaleza viva, de Concha Lagoa

El asturiano Martín López-Vega (1975) concibe la poesía como una forma de construcción de la dicha. Con el apoyo de la memoria, el poeta sustituye “lo que la vida es por lo que la vida fue”.

EL POEMA

Esa red en la que quedan las briznas del día:

Las mujeres que con la bandera roja enrollada en la mano
dan paso a los trenes
sin ver llegar el tren de la vida

Un perro muerto a la orilla de la vía

Los hombres que pescaban de noche
en la Nova Praia dos Ingleses
ignorando estar dirigidos
por el negro motor del mundo

La sombra de Gina
en cada rincón de una ciudad que fue con ella
y cuando fue sin ella no fue nada
y ya nunca será nada

Nathalie conduciendo camino de Foz
con un sueño en los ojos
de esperas y sueños pasados
que tal vez un día lleguen a cumplirse

Árbol desconocido, 2002.


Cintio Vitier

cintiovitier

Para el cubano Cintio Vitier (1921-2009), miembro destacado del grupo Orígenes, que profundizó en los vínculos entre literatura e identidad cultural, la poesía es canto, celebración; también, el lugar donde se dan cita el minúsculo detalle y la magia de la vida.

ARA LA LETRA SIN SABER…

Ara la letra sin saber
si un día fructificará,
si ha de ser trigo, estela o nada
la escritura de soledad.

Pasan los días con los signos
que nos prometen no pasar,
vase girando la humareda
y el texto empieza a amarillear.

Que entre esas brasas haya una
que a alguno pueda calentar,
o acabe todo en el silencio
de las estrellas sobre el mar:

pobre destino de escribir
en sustitución del obrar!
Y quién sabe si la palabra
el Verbo la perdonara!

Canto llano (1953-55), en Testimonios, 1968.


Leopoldo Marechal

Desnudo, de Alfredo Bigatti

Para Leopoldo Marechal (Argentina, 1900-1970), “la poesía es el idioma natural de lo metafísico”. Lo lírico y lo trascendente se hermanan en sus versos, caracterizados también por el uso de símbolos de gran eficacia plástica y la perfección formal.

INTRODUCCIÓN A LA ODA

Varón callado y hembra silenciosa
me dieron la privanza de la tierra:
El último yo soy, y el que despunta.

Los hombres de mi sangre cosechaban el mar,
pero no levantaron la canción entre peces:
Junto al mar el silencio
fue sudor de sus años,
estela de sus naves
y aroma de sus muertes;
porque el silencio entonces era un gran corazón
que no debe partirse.
El Primero y el Último es mi nombre:
el último callado
y el primero que suena.

En el día sin lanzas, amasé mi canción
con un barro durable.
Se habían pronunciado las palabras:
“Toda canción es flecha de destierro”.
Y en el día sin lanzas
por encima del hombro
disparé mi canción.
Fructificaba el árbol con altura de árbol
y al sol el buey mugía
con altura de buey;
pero mi voz, ¡oh, duelol, era más alta
que mi altura de hombre.

Y la muerte del árbol
estaba más distante que la muerte del buey;
pero mi muerte ya era un fuego vivo
y era mi canto el humo de mi muerte.

(Esta canción tiene los pies de niño
y el corazón del hombre:
pie que gira en el baile de la hoguera,
corazón que redobla
en la danza del humo.)

¡Qué bien pesaban en la tierra el árbol
y el hombre y sus pacientes animales!
La longitud era canción,
la latitud era canción
y era canción la altura.

Tres canciones atadas
componían el mundo
y al hombre y sus pacientes animales.
¡Oh, geometría en todo su verdor!
¡Oh, fuertes ataduras en el día sin lanzas!

Pero mi voz crecía
por sobre mi cabeza
y un nudo se soltaba en mi canción.

Odas para el hombre y la mujer, 1923.


José Jorge Letria

Tradición III, de Luzia Lage

La poesía del portugués José Jorge Letria (1951) va de la canción política a la poesía reflexiva, con desencantadas referencias personales.

SE ESCRIBE PARA EL DESDÉN

Se escribe para el desdén, para el vacío,
esperando un día, que puede ser el siguiente,
en que alguien dirá: valió la pena.
Se cuentan a través del techo, se cuentan los versos
del enamoramiento y de la guerra,
se cuentan las islas y las pasiones
y sobre todo se intenta escribir, crédulamente,
con la inocencia de quien descubre petróleo
en una maceta de hierbabuena y sigue adelante,
indiferente a la riqueza y a la posesión. Se escribe
para el desprecio de los que aman otra escritura
y se enredan en ella como las prostitutas
en la bajeza de las camas del lucro garantizado.
Se escribe para no ser leído, para la muerte,
para la ironía de los que dicen: tampoco
era mal poeta, pero escribió demasiado.
Se escribe para el bandolín y para la quimera,
para la queja y para los celos, para después
de la muerte, pluma apuntada a los sesos, a la espera
de que alguien se levante y diga: aprendí
a gustar de la poesía leyendo su silencio,
saboreando su dolor. Se escribe para
gustar de la aventura, como en la prosa de Salgari;
con miedo de que un crítico llegue y diga:
está fuera del canon, cede a la facilidad.
Se escribe para no tener poder, para la nada,
rostro caído sobre la página de adoración de los sonidos.
Se escribe burlescamente, con los ojos puestos
en personajes que se confunden con el musgo
de las casas alucinadas por el tedio. Se escribe,
siempre se escribe para el desdén,
para fingir las voces que prometen
la gloria en la miseria de los libros. Se escribe
para el alma que se queda, mucho después
de que dejemos de escribir, de vivir
estúpidamente en la soledad de lo que escribimos.
Y puede ser que otro día,
al día siguiente, alguien abra el libro,
la gaveta, la caja de los miedos, sonámbulo:
estuvo aquí un poeta, noto su olor,
la forma, el alborozo de la ausencia, la rabia,
la desesperación de no querer partir.
Mucho respeto, que aquí vivió un poeta,
en la más peligrosa curva de las palabras
que matan, liberan y rescatan. Fin.

Los mares interiores, 2001. Traducción de Jordi Virallonga.


Eliseo Diego

Juego, de Mariano Rodríguez

La poesía del cubano Eliseo Diego (1920-1994), miembro del grupo Orígenes, se caracteriza por la sencillez y pureza con que ilumina lo cotidiano. La búsqueda del esplendor de la infancia, perdida irremediablemente, es uno de los temas nucleares de su obra.

NO ES MÁS

por selva oscura

Un poema no es más
que una conversación en la penumbra
del horno viejo, cuando ya
todos se han ido, y cruje
afuera el hondo bosque; un poema

no es más que unas palabras
que uno ha querido, y cambian
de sitio con el tiempo, y ya
no son más que una mancha, una
esperanza indecible;

un poema no es más
que la felicidad, que una conversación
en la penumbra, que todo
cuanto se ha ido, y ya
es silencio.

El oscuro esplendor, 1966.