Autor: editor

Billy Collins

Cabinas telefónicas, de Richard Estes

El poeta estadounidense Billy Collins (1941) pretende valerse de los más sencillos detalles de la vida cotidiana para rebelarse contra la tradición literaria más grandilocuente.

INTRODUCCIÓN A LA POESÍA

Les pido que cojan un poema
y lo sostengan a la luz
como a una diapositiva a color

o que aprieten un oído contra su panal.

Digo: soltar un ratón en un poema
y observar cómo busca la salida,

o caminar al interior de la habitación del poema
y palpar las paredes en busca de un interruptor.

Quiero que hagan esquí acuático
sobre la superficie del poema
saludando al nombre del autor en la orilla.

Pero todo lo que quieren hacer
es atar el poema a una silla con una cuerda
y torturarle hasta sacarle una confesión.

Comienzan a golpearle con una manguera
para descubrir lo que realmente significa.

La manzana que asombró a París, 1988. Traducción de Julio Mas Alcaraz.


José Antonio Muñoz Rojas

Figura femenina sentada, de José Fin

José Antonio Muñoz Rojas (Antequera, 1909-2009) concibe la poesía como confesión y como comunicación de lo contemplado. Ha cultivado con igual maestría el poema en prosa, el soneto barroco, el endecasílabo blanco y el verso libre. La reflexión metafísica y la celebracíon del amor y del mundo rural son sus grandes temas.

TU OFICIO, POETA…

Para que algo quede de este latir,
para que, si alguien quiere mirarse, pueda;
para calmar quizá alguna sed, y que alguien diga
«a mí me pasó algo semejante».

Los poetas estamos para eso:
para ofrecerles tránsito a los demás,
para que se encaramen sobre nuestros latidos, y que divisen
un poco más allá, en medio
de tanta oscuridad como nos circunda.
A veces nada tiene sentido, ni siquiera
que me des la mano o ese
limón redondo tan bello en la vereda.
A veces lo que tiene sentido no tiene sangre,
ese poco de sangre por la cual se muere.
Todo es ganas de morir de otra manera,
ganas de imitar a los ríos y que la tierra vea
que hay otras aguas y otras penas, y los cielos
contemplen misericordiosamente
nuestras peregrinaciones.

Tu oficio, poeta, es contemplar,
que todo se te escriba dentro; luego,
quizá leer allí mismo, quizá decir a los otros
lo que allí mismo, escrito, tú lees.

Oscuridad adentro, 1950-80.


Enrique González Martínez

La poesía de Enrique González Martínez (México, 1871-1952) destaca, dentro del modernismo hispánico, por su carácter reflexivo y su sobriedad. Con su poema «Tuércele el cuello al cisne» expresó su distanciamiento de las maneras superficiales y decorativas de cierto modernismo.

LO QUE DICE EL POETA

Llamando voy al ritmo y el ritmo no responde,
la idea se me escapa, el numen se rebela,
y soy viador iluso que en frágil carabela
bogando va sin brújula y sin saber a dónde.

En balde martirizo la mente por que ahonde
enigmas y misterios; en vano el alma vuela
de un astro persiguiendo la fugitiva estela…
¡El rastro se me pierde y el luminar se esconde!

Apágase del estro la llama engañadora,
y el corazón en ansias se desespera y llora
de ver la lira torpe y el numen impotente;

mas los anhelos tornan con desusados bríos
y el rumoroso enjambre de los ensueños míos
vuelve a besar mis ojos y a acariciar mi frente.

Lirismos, 1907.


Calímaco

Áyax y Aquiles jugando a los dados, de Exequias

El poeta griego Calímaco (h. 310 a. C. – h. 235 a. C.) es uno de los más importantes epigramistas del período helénico. Buscó la composición breve y exquisita en la forma, así como la experimentación lingüística y métrica.

¡QUÉ BUENO, EL REMEDIO DE AMORES QUE HALLÓ POLIFEMO!…

¡Qué bueno, el remedio de amores que halló Polifemo!
No, no, por la Tierra, no era necio el cíclope.

Cicatrizan las Musas, Filipo, la llaga amorosa;
la poesía es droga que todo lo cura.

Esta ventaja también, creo yo, tiene el hambre,
que erradica el mal de la pederastia.

Y así me es posible, sanado, decir al maligno
Eros: “Puedes, niño, cortarte las alitas.

Me importan un bledo tus tretas, pues tengo en mi casa
dos medicinas contra tus heridas crueles”.

Traducción de Manuel Fernández-Galiano.


Fernando Ortiz

Platón, de Eduardo Arroyo

La ironía, en forma de distancia crítica de la realidad y del propio sujeto poético, trasunto desengañado del autor, es clave en la poesía del sevillano Fernando Ortiz (1947-2014). También, la añoranza de la infancia y la juventud perdidas.

VERBUM

La palabra es altiva señora de los hombres
que en sí nada contienen y que por eso invocan
a su forma sagrada con mísera esperanza.
Pues sin ella, ¿qué harían? Se dejarían caer
al vacío sin fondo. Porque llega un momento
en que se vuelven grises los colores más vivos
que la infancia dibuja. Es cuando la pasión
se va desvaneciendo en el pecho cansado.
Y se secan los ojos. Y se doblan las piernas.
Pero la mente aún lúcida confía en la palabra
pues es ella la cifra de todo lo que amamos:
la caricia del agua y el olor de la yerba,
nuestras lejanas lágrimas en la infancia perdida
y hasta el dorado sueño de que quizá retorne
el violento perfume de la dicha.

Mas los sueños se pagan. Para aquellos que osaron
abrir de par en par sus alcobas más íntimas
les llegará, envuelta en el frío de noviembre,
la importuna visita, la vieja prostituta
de repulsivo afeite. Aspirarán entonces
los fétidos olores de las flores podridas.
Y habrán de revestirse de coraza de bronce
cuando sepan que todo lo que aprender lograron
con el único empleo laborioso del verbo
era sólo el presagio del último silencio.

Personae, 1981.