Categoría: Autores

José Pedroni

Idilio de Aurelio Macchi

La poesía de José Pedroni (Argentina, 1899-1968), clásica, íntima y serena, gira en torno al campo, la familia, la vida provinciana. Lugones reconoció en él a un “gran poeta de la patria”.

VIDA

Ven conmigo, poeta.
Deja tu mesa con su rosa triste.
La alegría está afuera.
Muriendo y renaciendo,
llegó a caballo; se sentó en la hierba.

Ven conmigo, oh, mi amigo.
El dolor está afuera.
Pasa y no acaba de pasar llorando.
Lleva setenta muertos a la tierra.

Ven conmigo. En el cielo
grandes aves dan vueltas
porque los campesinos han llegado
a su isla de hierba,
y están hablando y cantan
alrededor de ella.

Ven conmigo. En la calle
pasa una gran bandera
con una estrella, sobre flores
que las mujeres siembran.
Pasa y no acaba de pasar el cielo.
Lleva setenta muertos a la tierra.

Ven conmigo, que el hombre
tiene las voces que no encuentras;
que tu verso lo tiene
una mujer que es nueva,
a quien el viento de las ramas
le sopla el pelo y la pollera.
Ven, que no te conocen.
Tu canción está afuera.

¿Para quién la flor sola de tu vaso;
para quién, si está muerta?
Ven conmigo a encontrarte con el hombre
en la mesa de tierra;
a acompañar al hombre
por su calle de sangre y azucena.
El canto está en la voz de los que cantan.
El ángel está afuera.

Canto a Cuba, 1960.


Álvaro Rodríguez

Ecume, de Marisol León

La poesía del colombiano Álvaro Rodríguez (1948), austera y meditativa, se nutre de la memoria, la incertidumbre y esa “venganza de lo real” que es la belleza.

DE RERUM NATURA

La naturaleza habla siempre de sí misma,
incluso a extraños.
La duración es el mundo posible
de sus actos.
Poema ella misma
y predestinada al poema,
es emblema o símbolo,
blanco hueso ungido por el milagro.

Para otras voces, 1999.


Francisco Umbral

490, de Luis Feito

La crítica reconoce en la prosa del narrador y periodista madrileño Francisco Umbral (1935-2007) una fuerte impronta poética. Su poesía, menos conocida, debe, a su vez, mucho a su faceta de narrador y de cronista de su tiempo. La actualidad, la memoria y el sexo son algunos de los temas claves de su lírica.

VOY A PONER PRIMERO, DONDE EMPIEZA ESTE LIBRO…

Voy a poner primero, donde empieza este libro,
un cuchillo de tiempo que he visto en la cocina,
voy a poner delante, porque el lector lo use,
un bruñido abrecartas, pulcro de asesinatos.
Quiero abreviar las cosas o dar facilidades,
que las páginas negras, duras por todas partes,
pueda el lector abrirlas como matando un primo.
Voy a poner delante, donde este libro acaba,
un puñal que sujete su dispersión de puta:
crímenes y baladas, cosas que me pasaban
cuando el color del pene era de oro molido.

Hay que echar a puñados, como se coge fruta,
páginas y palabras en las manos de nadie.
Hay que ordenar la tinta como un mar que se peina,
y que el hilo del tiempo, de donde cuelga ropa,
ponga a secar la prosa, las bragas de una chica.
Luego el lector, despacio, con aterido acento,
dice en voz alta cosas, frases que le han quedado,
vive ya del veneno gris de los malos libros,
pero se ha acostumbrado, ha de seguir leyendo:
toma el puñal o copa, abrecartas o libro,
bebe por cualquier parte, huye declamatorio,
vuelve a la librería, recobra su dinero
y en un rapto que repta se suicida cantando.
Ya está todo cumplido, la muerte ordena el mundo,
mi libro iba por libre y hoy se viste de entierro:
hemos matado a un dulce y terco seminarista.
Antologías letales o dagas de cocina,
lentos alejandrinos, prosas como emboscadas,
trampas para muchachas, el corazón o el sexo.
Hay que reunir esfuerzos, libros, antologías,
y hacer con ello fuego, luces de fin de mes
a ver si alguien nos mira, si una preadolescente
comprende que su vulva, rosa de Alejandría,
es el lugar de un crimen, cópula o pie de imprenta.

Crímenes y baladas, 1981.


Sylvia Plath

Dos mujeres leyendo, de Sylvia Plath

En la escritura de la estadounidense Sylvia Plath (1932-1963), ensimismada y doliente, predomina la indagación en el inconsciente y la obsesión por la muerte. Su pasión por el lenguaje, por sus múltiples sugerencias, se manifiesta en el valor simbólico con que viste las anécdotas cotidianas.

POEMAS, PATATAS

La palabra, definiendo, amordaza; el verso trazado
Destierra a sus iguales más vaporosos, y medra, asesino,
En organizaciones que los versos imaginados

Tan solo pueden rondar como fantasmas. Recios como las patatas,
Como las piedras, sin conciencia, la palabra y el verso se resisten,
Ceden bien poco. No es que sean burdos (aunque

Con frecuencia luego haya que modificarlos
Por delicadeza o equilibrio) sino que continuamente
Me dan menos de lo que deben: por una razón

O por otra, continúan decepcionándome.
Antipoética, antipictórica, la patata, en cambio,
Apiña sus nudosos marrones en una página
Inmensamente superior; y también la piedra roma.

1958. Poesía completa, 1981. Traducción de Xoán Abeleira.


Gonzalo Millán

La poesía de Gonzalo Millán (Chile, 1947-2006) está presidida por la “mutación permanente de contenidos y formas” con el fin de acceder al conocimiento y al misterio de la existencia.

VACUNA

En realidad ya no escribo,
inoculo vocales, consonantes
de un alfabeto de microbios.
Vacuno con el virus
de la verborragia, el silencio.

Virus, 1984.