Categoría: Literatura venezolana

Enriqueta Arvelo Larriva

Mujer con mantilla, de Armando Reverón

La venezolana Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1962) vivió alejada del mundillo literario, lo que le permitió crear una obra poética muy personal. Su poesía, sobria y emotiva, surge de la vivencia directa del mundo que la rodea.

DESTINO

Un oscuro impulso incendió mis bosques
¿Quién me dejó sobre las cenizas?

Andaba el viento sin encuentros.
Emergían ecos mudos no sembrados.

Partieron el cielo pájaros sin nidos.
El último polvo nubló la frontera.

Inquieta y sumisa, me quedé en mi voz.

Voz aislada, 1930-39.


Juan Sánchez Peláez

Huellas en el parque, de Manuel Quintana Castillo

La poesía de Juan Sánchez Peláez (Venezuela, 1922-2003), próxima al surrealismo, está entreverada de sutil erotismo, humor terso y melancólico y memorable música verbal.

AUNQUE LA PALABRA SEA SOMBRA EN MEDIO, HOGAR EN EL AIRE…

Aunque la palabra sea sombra en medio, hogar en el aire,
soy otro, más libre, cuando me veo atado a ella,
en el alba o en la tempestad.

Por la palabra vivo en aguas plácidas y en filón extranjero,
fuera del inmenso hueco.

Lo huidizo y permanente, 1969.


Eugenio Montejo

Existencia es tiempo, de Luisa Richter

Para Eugenio Montejo (Venezuela, 1938-2008) la poesía intenta ser un alfabeto del mundo, una forma de restituir en palabras las voces que oímos emerger de la tierra. Su lenguaje es hedonista y romántico, sensual y simbólico.

EL ESCLAVO

Ser el esclavo que perdió su cuerpo
para que lo habiten las palabras.
Llevar por huesos flautas inocentes
que alguien toca de lejos
o tal vez nadie. (Sólo es real el soplo
y la ansiedad por descifrarlo.)

Ser el esclavo cuando todos duermen
y lo hostiga el claror incisivo
de su hermana, la lámpara.
Siempre en terror de estar en vela
frente a los astros
sin que pueda mentir cuando despierten,
aunque diluvie el mundo
y la noche ensombrezca la página.

Ser el esclavo, el paria, el alquimista
de malditos metales
y trasmutar su tedio en ágatas,
en oro el barro humano,
para que no lo arrojen a los perros
al entregar el parte.

Terredad, 1978.


Juan Calzadilla

Sin título, de Juan Calzadilla

Juan Calzadilla (1931) es uno de los poetas más destacados de la generación venezolana del 60. Su poesía se caracteriza por una constante actitud reflexiva volcada sobre su propio yo, su estar en el mundo, su identidad humana y expresiva.

DE LA POESÍA

Mi tarea no prueba la necesidad de ella. Pues consiste
precisamente en no tener tarea alguna. Como poeta
me veo obligado a inventarla a diario a fin de
comprobar su inexistencia.

Tácticas de vigía, 1982.


José Antonio Ramos Sucre

Paisaje de noche, de Luis Ordaz

Los poemas en prosa del venezolano José Antonio Ramos Sucre (1890-1930) se aproximan a veces al ensayo, pero aun entonces predomina la imaginación verbal sobre lo conceptual.

SOBRE LA POESÍA ELOCUENTE

La elocuencia es el don natural de persuadir y de conmover. La retórica, arte de bien decir, es sierva leal o desleal de la elocuencia, y cuando usa palabra altisonante o superflua merece el nombre de declamación. De modo que no hay disculpa al confundir maliciosamente la elocuencia, ventaja del contenido, emanada del afecto vehemente o de la convicción sincera, con la declamación que es vicio de la expresión, retórica defectuosa.

Algunos poetas sostienen que debe torcerse el cuello a la elocuencia, y conviene objetarles que tal severidad sólo debe usarse con la declamación, porque aquel don afortunado sirve muy bien a la poesía entusiasmada y lírica. Además, debe distinguirse entre los poetas inactuales y egotistas y los poetas comunicativos, de apostolado y de combate, bardos de aliento profético y simpatía ardorosa que ejercen una función nacional o humanitaria. Los últimos no pueden prescindir jamás de la elocuencia y se expresarán inevitablemente en imágenes, medio que puede enunciar la filosofía más ardua y comunica eléctricamente la emoción. La imagen es la manera concreta y gráfica de expresarse, y declara una emotividad fina y emana de la aguda organización de los sentidos corporales. Algunos dialécticos, enamorados de la idea universal y sin fisonomía, reprueban esta manera de expresión, considerándola de humilde origen sensorial, y abogando por la supremacía de la inteligencia, con lo cual insisten en las distintas facultades de la mente humana, que es probablemente una totalidad sin partes.

La imagen siempre está cerca de símbolo o se confunde con él, y, fuera de ser gráfica, deja por estela cierta vaguedad y santidad que son propias de la poesía más excelente, cercana de la música y lejana de la escultura.

La imagen, expresión de lo particular, conviene especialmente con la poesía, porque el arte es individuante.

La imagen es un medio de expresión concreta y simpática, apta para poner de relieve las ideas sublimes e independientes de la metafísica y las nociones contingentes de la experiencia, y comunica instantáneamente los afectos. Pero nunca deja de ser un medio de expresión, y quien la use como fin viene a parar en retórico vicioso, en declamador.

La Torre de Timón, 1925.