Partidario de la elegancia y naturalidad en poesía, el cordobés Luis Barahona de Soto (1547-1595) se opuso a los excesos verbales de los manieristas y de los primeros barrocos. Su fama la debe al poema épico Las lágrimas de Angélica, con el que se propuso continuar la historia del Orlando furioso, de Ariosto.
CONTRA UN POETA QUE USABA MUCHO DE ESTAS VOCES
Esplendores, celajes, rigoroso,
selvaje, llama, líquido, candores,
vagueza, faz, purpúrea. Cintia, ardores,
otra vez esplendores, caloroso;
ufanía, apacible, numeroso,
luengo, osadía, afán, verdor, errores,
otra y quinientas veces esplendores;
más esplendores, crespo, glorioso;
cercos, ásperos, albos, encrespado;
esparcir, espirar, lustre, fatales,
cambiar, y de esplendor otro poquito;
luces, ebúrneo, nítido, asombrado,
orna, colora, joven, celestiales…
Esto quitado, cierto que es bonito.