Manuel Curros Enríquez (1852-1908), poeta orensano clave en el Rexurdimento de la lírica gallega, denunció en sus versos el caciquismo y el oscurantismo religioso.
¡ROMPED LAS LIRAS!
Por encima de la barahúnda
de escarnios y excomuniones
que las cantigas de los siervos
por doquier suscitan,
espantada, atónita,
la virgen Poesía
clamó desalentada:
«¡Vates, romped las liras!»
¡Romped las liras cuando
se hace temer todavía
la maza de Xan Dente
por vara de Justicia!
¡Cuando en nuestros Códigos
no vale de un nombre la vida
los siete viles escudos
en que la tasó Molina!
¡Callar!… ¡Que no se escucha
el chapotear de las víctimas
en el mar de azufre y sangre
de la esclavitud caídas!
¡Callar!… ¡Y las manos clavadas,
y la túnica ceñida,
y la intolerancia abajo
y la intolerancia arriba!
No. Hecha está la promesa
y es menester cumplirla.
La patria muere. ¡Mal haya
el hijo que no la mira!
¡Y mal haya quien le niegue,
por tedio o cobardía,
los himnos que la amortajen,
la sangre que la redima!
¡Romped las liras delante
de la libertad que aspira
bajo la zarpa férrea
del dogma que la asesina!…
¡Aún gobierna Claudio!
¡Aún Seiano priva!
¡Aún los proscritos lloran
y triunfa Mesalina!
¡No la rompáis, poetas!
Templadla en odio, en ira,
hasta que de ella salgan
las explosiones de las minas;
hasta que cada nota
como una espada hiera,
como una epidemia barra
las viejas teogonías.
Gustoso despedazara
y resignado la mía,
si en eso de mi pueblo
la suerte consistiera,
mas, mientras huérfano y triste
mis consuelos pida,
romperla… ¡en tu testa
tan sólo, tiranía!
Aires de mi tierra, 1880. Traducción de Xavier Costa.
¡CREBADE AS LIRAS!
Por sobr’ a barafunda
D’ escarnios e pauliñas
Que as cántigas d’ os servos
Por onde quer suscitan,
Espaventada, atóneta,
A virxe Poesia
Clamóu desalentada:
«¡Vates, crebade as liras!»
¡Crebar as liras, cando
Se fay temer ainda
A maza de Xan Dente
Por vara de xusticia!
¡Cando n’ os nosos Códigos
Non val d’ un home a vida
Os sete vis escudos
En que a tasou Molina!
¡Calar!… ¡Que non se escoite
O patuxar d’ as vítimas
N’ o mar d’ inxofre e sangue
D’ a escravitú caidas!
¡Calar!… y-as maus cravadas,
Y-a túnica cinguida,
Y a intolerancia abaixo
Y-a intolerancia arriba!
Non. Feita está a pormesa
Y-é menester cumprila.
A pátria morre. ¡Mália
O fillo que a non mira!
¡E mália quen lle negue
Por tédio ou cobardía,
Os himnos que a amortaxen,
O sangue que a redima!
Crebar as liras diante
D’ a libertá qu’ espira
Baix’ a gadoupa férrea
D’ o dogma que a asesina!…
¡Inda goberna Claudio!
¡Inda Seyano priva!
¡Inda os proscritos choran
E trunfa Mesalina!
Non-a crebés, poetas!
Templáina en ódeo, en ira,
Hastra que d’ ela sayan
As esplosiós d’ as minas:
Hastra que cada nota
Com’ onha espada fira,
Com’ on andacio barra
As vellas theogonías.
Gustoso esnaquizara
E resinado a miña,
Si n’ eso d’ o meu povo
A sorte consistira;
Mais, mentras horfo e triste
Os meus consolos pida,
Crebala… ¡n’ a tua testa
Tan sólo, tiranía!
Aires d’a miña terra, 1880.
INTRODUCCIÓN
Escribir nada más para una provincia
o, como los pueblos arcades hicieron,
escribir sobre la cáscara de los alcornoques,
casi todo viene a ser lo mismo.
Nuestra voz, en la soledad perdida,
morirá sin dejar siquiera ese eco
que la brisa melancólica del otoño
deja en la copa azul de los alisos.
No puede ser tampoco de otra suerte:
pasaron ya, para no volver, los tiempos
en que el lenguaje era una cifra mágica,
fácil sólo al sacerdote hebreo.
Las gentes tristes que en el verbo humano
buscan los ideales que entrevieron,
cuando al vate interrogan, nuevo Oráculo,
quieren revelaciones, y no misterios.
Y escribir en una lengua conocida
de aquellos sólo que donde nosotros nacieron,
¿qué es sino responder esas preguntas
en enrevesados jeroglíficos pérsicos?
Todo tiende a la unidad, ley, de entre todas,
la más inexorable del Progreso;
y el que de cien naciones un pueblo hizo,
un idioma hará de cien dialectos.
Como van a parar al mar todos los ríos,
como los rayos del sol se paran en un centro,
todas las lenguas han de confluir en una
que hemos de hablar todos, tarde o temprano.
¿Por qué lanzar al público este libro
si la división dialéctica condeno?,
diréis, con razón, los que leáis,
si las leéis, estas páginas. Os lo diré:
Cuando todas las lenguas el fin encuentran
que marca a todo el providente dedo
y con los viejos idiomas extinguidos
una sola habla universal formemos;
Este habla, idioma único,
más que hoy enriquecido, y más perfecto,
resumen de las palabras más sonoras
que aquellas nos dejaron como herencia;
Ese idioma, compendio de los idiomas,
como una serenata placentero,
como una noche de luna dulcísimo,
será –¿cuál otro si no?–, será el gallego.
Habla de mi madre, habla hermosa,
en que el ruego de los tristes sube al cielo
y en que desciende la plácida esperanza
a los ahogados y doloridos pechos;
Habla de mis abuelos, habla que los parias,
de aguacero y polvo y de sudor cubiertos,
piden a la tierra el grano del color de la sangre
que ha de cebar a la bestia del laudemio…
Lengua pura, en que las ánimas de los muertos
en las negras noches de silencio y miedo,
encomiendan a los vivos las obligaciones
que, ¡infelices!, sin cumplir murieron.
Idioma en que alborotan los pájaros,
en que hablan los ángeles a los niños,
en que las fuentes sollozan, y murmullan
entre los frondosos árboles los vientos;
No, tú no morirás, céltica musa
nacida de la Suecia en los rústicos pechos,
último amor del pálido Macías,
atravesado el corazón con un hierro;
Fecundo numen del único rey sabio
que en el solio de España tuvo asiento,
arpa inmortal de la dulce Rosalía,
del infortunado Añón, himno postrero:
Tú no puedes morir… ¡Eso quisieran
los descastados que te escarnecieron!
Mas tú no morirás, Cristo de las lenguas;
¡no, tú no morirás, oh Nazareno!
Apóstol tuyo, aunque el más pobre de todos,
por doquier llevaré tu Evangelio,
la ropa vistiendo de ignominia
que para mofa en las espaldas te pusieron.
En tu nombre, por tierras y por mares
ofreceré paz y salud a los enfermos,
les hablaré de la patria a los desterrados,
de libertad y redención a los siervos.
Anunciaré el día de tu triunfo
por ciudades y villas y desiertos,
y si por anunciarte me apedrearen,
¡Aún al morir te mentarán mis labios!
Aires de mi tierra, 1880. Traducción de Xavier Costa.
INTRODUCION
Escribir nada máis pr’ onha provincia
Ou, com’ os povos árcades fixeron,
Escribir sobr’ a casca d’os curtizos,
Cáxeque todo vén á ser o mesmo.
A nosa vos, n’a soledá perdida,
Morrerá sin deixar xiquera ise éco
Qu’ a brisa malencónica d’ outono
Deixa n’a copa azul d’os ameneiros.
Non pode ser tampouco d’ outra sorte:
Pasaron xa, pra non volver, os tempos
En qu’ o lenguaxe era unha cifra máxica
Fácele sólo ó sacerdote hebreo.
As xentes tristes que n’o verbo humano
Percuran os ideales q’ entreveron
Cando ó vate interrogan, novo Oráculo,
Queren revelaciós, que non misterios.
Y-escribir n’unha lengua conecida
D’aqueles sólo q’ onda nós naceron,
¿Qu’ e sinon responder ésas perguntas
En revesgados xeroulifos pérsicos?
Todo tende á unidá, ley, d’entre todas,
A máis ineusorabre d’o Progreso;
Y-él que de cen naciós un povo fixo,
Un idioma fará de cen dialeutos.
Como páran n’o mar todol-os rios,
Com’ os rayos d’o sol páran n’un centro,
Todal-as lenguas han de parar n’unha,
Qu’ hemos de falar todos, tarde ou cedo.
¿Por que botar ó púbrico este libro
Si a division dialéutica condeno?
Diredes, con razon, os que leades,
Si as ledes, estas páxinas.—Diréivolo:
Cando todal-as lenguas o fin topen
Que marca a todo o providente dedo,
E c’os vellos idiomas estinguidos
Sola unha fala universal formemos;
Esa fala pulida, idioma úneco,
Máis qu’ hoxe enriquecido, e máis perfeuto,
Resúme d’as palabras máis sonoras
Qu’ aquelas n’os deixaran como en herdo;
Ese idioma, compendio d’os idiomas,
Com’ onha serenata pracenteiro,
Com’ onha noite de luar docísimo,
Será—¿qué outro sinon? será o gallego.
Fala de miña nay, fala armoñosa,
En qu’o rogo d’os tristes rub’ ó ceo
Y-en que decende a prácida esperanza
Ós afogados e doridos peitos;
Fala de meus abós, fala en q’os párias,
De trévoa e polvo e de sudor cubertos,
Piden á terra o gráu d’a côr d’a sangue
Qu’ ha de cebar á besta d’o laudemio…
Lengua enxebre, en q’ as ánemas d’os mortos
N’as negras noites de silencio e medo,
Encomendan ós vivos as obrigas
Que ¡mal pocados! sin cumprir morreron.
Idioma en que garulan os paxáros,
En que falan os ánxeles ós nenos,
En qu’as fontes solouzan e marmullan
Entr’ os follosos álbores os ventos;
Non, tí non morrerás, céltica musa
Náda d’a Suevia n’os chouzales pechos,
Últemo amor d’o páledo Macías,
Atravesado o corazon c’un ferro;
Fecundo núme d’o úneco Rey sabio
Que n’o sólio d’ España tivo asento,
Arpa imortal d’a doce Rosalía,
D’o infortunado Añon himno postreiro:
Tí non podes morrer… ¡Eso quixeran
Os desleigados que te escarneceron!
Mais ti non morrerás, Cristo d’as lenguas,
Non, ti non morrerás, ouh Nazareno!
Apóstol teu, anque o máis ruin de todos,
Pr’ ónde quér levarey teu Evanxelio,
O fatelo vistindo d’ inominia
Que pra mofa n’as costas che puxeron.
N’o teu nome, por terras e por mares.
Ofercerey paz e salú ós enfermos,
Falareilles d’a patria ós desterrados,
De libertade e redencion ós servos.
Anunciarey o dia d’o teu trunfo
Por cibdades e vilas e desertos,
E si por t’ anunciar m’ apedrearen,
¡Inda ó morrer te mentarán meus beizos!
Aires d’a miña terra, 1880.