La poesía de Mariano José de Larra (Madrid, 1809-1837) es continuadora en gran medida de la lírica dieciochesca: Meléndez es el modelo de sus anacreónticas; Quintana o Lista, de sus odas filosóficas; y Jovellanos o Moratín, de su Sátira contra los malos versos de circunstancias.
QUIERO CANTAR LAS LIDES…
ANACREÓNTICA
Quiero cantar las lides
en cítara entonada
sonando el eco horrendo
de fúnebres batallas.
Mas rebelde mi lira
cuando mi mano airada
la pulsa, a Fili bella,
sólo a mi Fili canta.
En balde, en balde quiero
las épocas pasadas
renovar en mi lira
y antiguas las hazañas.
Amor las cuerdas todas
sacude con sus alas
y obstinado celebra
la bella que le encanta.
En balde yo las cuerdas
ardiendo en ira y rabia
una y otra y mil veces
despechado mudara.
Sólo a la linda Fili
cuando yo la pulsaba,
sólo sus quince hermosos
amor con ella alaba.
Suena, pues, lira mía,
tus voces acordadas
hoy el natal de Fili
den a los ecos blandas.
Y al vibrarlas Favonio
vuele y con dulce calma
en su cabello de oro
deposite sus auras.
Vuele el amor a Fili
y entréguele su aljaba
y bullicioso juegue
en sus pomas de nácar.
Del tardo Manzanares
las ninfas y zagalas
cojan vistosas flores
y hagan de ellas guirnaldas.
Suenen, lira, tus cuerdas
en la fresca mañana
la rosa del capullo
arrojando sus gracias.
Volad, versos, a Fili,
y en premio suplicadla
que torne sus ojuelos
a mirarme apiadada,
y en tantos besos deje
que en su labio de grana
mi labio robe el fuego
que en su coral se guarda;
cual ve corderos blancos
pacer en la comarca,
y como tiene el prado
fragantes flores gayas;
como hebras blondas rizas
sobre su frente vagan
y deja el mar menudas
arenas en la playa;
como suspiros tiernos
por ella el pecho lanza,
como zagales bellos
se abrasan en su llama.
Poesías, 1829-1830.
SÁTIRA CONTRA LOS MALOS VERSOS DE CIRCUNSTANCIAS
(FRAGMENTO)
… El corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.
RIOJA
No hay cosa, Andrés, como nacer poeta,
no hay plaga que al alumno de las nueve,
no hay mal que infeliz no le acometa.
¿Creerás que huyendo de la turba aleve
de los necios, sin fin, siempre he buscado
un rincón en el mundo oscuro y breve,
donde esconderme de ellos resguardado?
¿Y presumes que en balde lo pretendo
desde que la razón su luz me ha dado?
Donde quiera que voy, vanme siguiendo;
agárranse de mí, como la hiedra
del árbol que la vive sosteniendo.
Entre los pies me nacen, como medra
entre cepas la grama; que parece
que aquí produce un necio cada piedra.
Ni me sirve correr, que también crece
su paso con el mío, ni el embozo
en los ojos llevar aunque tropiece.
Me ven, y danme gritos sin rebozo.
¿No es el fatuo don Blas aquel que alarga
el paso allá detrás con tanto gozo?
¡Ay del que sufra su infernal descarga!
¿Es él, mi Andrés? Pues en mi busca viene,
que tengo de eso mi experiencia larga.
No hay escapar, que hablarme se previene.
Ayúdame a salir de tanto aprieto,
y dejémosle aquí si nos conviene.
«¡Don Juan! -¡Don Blas! -Os busco. -¿Sí? -Un soneto
os tengo que pedir. -Andrés, ¿no digo?
-No os le perdono por ningún respeto:
que sobre ser poeta sois mi amigo.
-Pues ¿qué ocurrió, don Blas? Vuestra honda saña
¿qué vestigio mató, qué alto enemigo?
¿Otra América hallasteis para España?
¿Qué bienes a la patria le produce
vuestro insigne valor o vuestra hazaña?
-¿Qué patria? ¿Qué valor? ¿A qué conduce
todo eso que mentasteis tan prolijo?
Causa mayor mi gozo reproduce.
Un chico me nació. ¿Nadie os lo dijo?
-¡Jesús, sea enhorabuena! ¡Os juro, hermano,
que es caso singular! ¿Hay tal? ¿Un hijo?
Dios os le haga, don Blas, muy buen cristiano.
-¿Os vais? -Estoy de prisa. -¡Oíd! Mohíno
quedo, don Juan. -Don Blas, bésoos la mano.»
¡Voto a tal que el asunto es peregrino!
¿Lo oíste, Andrés? ¿No exige el majadero
que las gracias le cante del mezquino?
Pues esto a cada punto más certero
que un destino se encuentra el pobre vate,
o que un bolsón henchido de dinero.
Pídenos versos otro, más orate,
porque se casa. ¡Pícara demencia!
¡Mala mujer le hostigue y maltrate!
¿Y versos va a buscar? Busque paciencia,
pues bien la ha menester aquel bolonio
que se pone en tan dura penitencia.
Pues otro que andará por esos trigos
envuelto en paño negro, solitario,
no pedirá consuelo a sus amigos;
vendrá a pedirme un canto funerario
porque ha enviudado de su casta esposa.
De elegías se deje el perdulario,
«¡ay, que me fue tan buena, tan virtuosa!».
¡Embustero! Ponzoña tan nociva
guarde encerrada la inclemente losa.
Vaya; entiérrela presto, no reviva,
y descanse del susto el maridazo.
Mas si tanto la quiso cuando viva,
calle y llore en silencio su porrazo;
que más dice una lágrima abrasada,
que no el yerto poema de un pelmazo.
¿Yo a todo he de hacer versos? ¡Qué! ¿Templada
habrá de estar mi musa a todas horas,
y a todo como cera preparada? […]
El Pobrecito Hablador, nº 5, 1832. Poema completo aquí.