Luis Rosales

Arlequín, de Celso Lagar

El granadino Luis Rosales (1910-1992), destacado miembro de la generación del 36, reivindica la intimidad como núcleo de irradiación del poema. El versículo largo y fluido, de poderosa inventiva verbal, le sirve para encauzar una densa materia lírica: recuerdos personales, episodios narrativos, digresiones vitales, consideraciones históricas…

SOBRE EL OFICIO DE ESCRIBIR

Estoy en mi despacho
y al mirar la ventana el cristal disciplina mis ojos;
un cristal es igual que un amor,
cuando miras tras él todo se hace misterio.
Detrás de la ventana está la sierra,
es el marco del cuadro,
y en su jurisdicción
las distancias establecen sus límites, pero el límite está en ti mismo,
pues lo interior y lo exterior son solamente aspectos de una misma frontera.
Aunque este pensamiento no es muy original quisiera registrarlo:
el paisaje lo han hecho las distancias.
Al través del cristal contemplo La Peñota
–sus pinos pusilánimes y salteados,
su desamparo vegetal–
y aquí,
junto a la linde de la casa,
las hojas de los robles son pestañas en torno a un ojo que no ves,
su vaivén me distrae y hace imposible el pueblo
con sus tejados gateando durante todo el día para quedarse en paz cuando
[llega la noche.
Hay una ordenación en la cual las distancias más que alejar, sitúan,
pero en fin lo que importa es llegar,
llegar a no sé dónde,
pero las hojas son tan frágiles que no se sabe cómo llegaron hasta el árbol;
viven en su alumnado y el viento que las mueve las alegra,
me recuerdan mi infancia,
aquellos ojos claros que tenían alumbrado de gas y me miraban arropándome.
El tiempo es como un foso;
detrás del tiempo están;
me gustaría saber en dónde alumbran.
Sobre el pretil de la ventana hay siempre un muerto bueno;
salta a la comba con el aire,
pero tú no te puedes morir,
amiga mía,
no te puedes morir porque ya estamos siendo un mismo luto,
y estoy en mi despacho aprendiendo a escribir,
es lo de siempre,
para que no se desvanezca todo necesito escribirlo,
y aprender a vivir en la nueva frontera.


Miguel Barnet

Sin título, de Eduardo González Expósito

La poesía del cubano Miguel Barnet (1940), etnógrafo, narrador y cineasta, además de poeta, se caracteriza por el tono conversacional y el recurso a la mitología afrocubana.

EL OFICIO

Quédate con tu misterio,
describe la mesa, el animal doméstico,
el delantal floreado de la madre,
el presuroso amor si lo deseas,
pero no lo digas todo en el poema,
que permanezca siempre una puerta abierta y golpeando,
un campo no surcado a la intemperie,
deja para el otro que vendrá, amigo o enemigo,
esa leve ambigüedad, ese otro poema.

Carta de noche, 1982.


Emilio Quintana

Rareza del siglo, de Ángel Mateo Charris

Para el granadino Emilio Quintana (1964), la poesía consiste en “hacer anotaciones al margen de ese álbum de fotos que es la vida”. Imaginativo y provocador, destaca entre los poetas de su generación por su insólita lectura de la tradición y el rescate de ciertos “poetas menores”, categoría a la que aspira.

EL MAL POETA

Tantas tardes leyendo a Baudelaire.
Tanto esfuerzo para ir de maldito.
Las peleas con mi padre,
que nunca comprendió
por qué yo le llamaba
Aupick y no Quintana.
Aquella temporada en que me puse
a buscar una mulata
por amante.
Y en Loja.
Fue cuando me di cuenta
de que la castidad no era lo mío.
Aquella novia belga que perdí.

Pero soy un Quintana,
un poeta burgués y provinciano.
Un tipo que se aburre
–como todos ustedes–
y en vez de hacer turismo
escribe versos. Alguien
que poco a poco va aceptando
que a nadie le hace falta,
afortunadamente:
y menos
a la historia de la literatura.

En fin, ya lo están viendo,
una vergüenza.

Las leyes de la herencia, 1992.


Roberto Bolaño

Estación Central, de Enrique Zamudio

El chileno Roberto Bolaño (1953-2003) dio nombre al infrarrealismo, movimiento poético mexicano irreverente, surgido en los 70, que concibe “el poema como un viaje y el poeta como un héroe develador de héroes”.

RESURRECCIÓN

La poesía entra en el sueño
como un buzo en un lago.
La poesía, más valiente que nadie,
entra y cae
a plomo
en un lago infinito como Loch Ness
o turbio e infausto como el lago Balatón.
Contempladla desde el fondo:
un buzo
inocente
envuelto en las plumas
de la voluntad.
La poesía entra en el sueño
como un buzo muerto
en el ojo de Dios.

Fragmentos de la Universidad Desconocida, 1992.


Michel Leiris

La ciudad de París, de Robert Delaunay

El francés Michel Leiris (1901-1990) frecuentó el grupo de los surrealistas en su juventud. Su obra está marcada por la investigación etnográfica, la reflexión estética y el psicoanálisis.

¿POESÍA?

Esa cosa sin nombre
entre sollozo y risa
que se agita en nosotros,
que de nosotros surge
y que,
joya de nuestros años
tras el sueño del leño muerto,
constelará lo blanco del papel.

Vivientes cenizas, innombradas, 1961. Traducción de Antonio Martínez Sarrión.