Rafael Lasso de la Vega

Mujer con abanico, de María Blanchard

Rafael Lasso de la Vega (Sevilla, 1890-1958) se inició en el modernismo, que abandonaría pronto para sumarse con entusiasmo a la aventura vanguardista. El dadaísmo y, sobre todo, el ultraísmo, tienen en él a uno de sus mejores representantes.

YO SOY EL QUE COMPRENDE, EL QUE ADORA Y SUSPIRA…

Yo soy el que comprende, el que adora y suspira.
Toda la primavera canta en mi corazón.
Siento con la armonía de la tierra que gira
y en el azul del cielo con la constelación.

Voy sobre los abismos, bajo el cielo, en Pegaso
volando, atento al ritmo de mi música interna;
y las formas se ofrecen, sagradas a mi paso,
con la expresión cendrada de su belleza eterna.

Porque todo en el mundo es bello eternamente,
y cada instante tiene su inefable emoción.
Canto con las estrellas, suspiro con la fuente
y sueño con la luna la célebre visión.

¡Oh, celeste visión del alma mía pura,
y de mi corazón, que sueña, iluminado
por el amor divino, por la eterna hermosura,
ante el tiempo infinito y el más allá ignorado!

Admiro la belleza del mundo… la alegría
profunda de las cosas, y el profundo dolor…
Sobre mi pecho alienta la divina armonía
como brisa que pasa y estremece la flor.

Un sol eterno y puro me alumbra noche y día…
¡Porque en mi corazón está el amor!

De «Las emociones inefables», en El corazón iluminado y otros poemas, 1919.


Arturo Gutiérrez Plaza

Juglar III, de Edgar Álvarez Estrada

La poesía de Arturo Gutiérrez Plaza (Venezuela, 1962) investiga los mensajes, las huellas y los recados que se hallan ocultos en la realidad más cotidiana. Los personajes y objetos que pueblan sus versos son un símbolo de la soledad y fragilidad del hombre contemporáneo.

ALMORZANDO EN UN BURGUER KING

Escribir un poema en una servilleta
–como éste que ahora escribo–
sentado en una mesa blanca y rosada
–como ésta en que estoy sentado–
comiendo una hamburguesa “Big King”
con papas fritas y coca-cola
–como la que como, mientras hago
una pausa en lo que escribo–
no puede terminar de otra manera
que con la frase final del ticket
que está sobre mi bandeja:
“Have a nice day < smile >
–como la sonrisa de la cajera,
la instantánea y única musa de este poema–

Apuntes sobre un sobre sin abrir, inédito. En Zur Dos: última poesía latinoamericana, 2004.


Celso Emilio Ferreiro

Cuento de ciegos, de Alfonso Daniel Rodríguez Castelao

El orensano Celso Emilio Ferreiro (1914-1979) es el autor de uno de los más importantes poemarios en gallego de la posguerra: Longa noite de pedra (1962). En él, con un lenguaje desgarrado, directo, sarcástico a veces, se ocupa de los problemas de las gentes humildes de Galicia.

LA POESÍA ES VERDAD

Uno busca la verdad
por todos los caminos, bajo las piedras,
en las raíces oscuras de las miradas,
más allá de las espumas y de los crepúsculos.

Busco la verdad en ti, recia poesía
de los hombres que trabajan,
tacto real de las cosas
que están y son, aunque nadie las vea.
Hombre total,
que vas y vienes sin sombra por las calles
y tienes tu verdad en las cimas
del mundo, en lo profundo de la historia,
en la experiencia de un día cualquiera,
y no ves los pájaros ni las nubes
ni las remotas manos del viento suave
que acarician al mundo desde siempre.
Investiga la verdad de tu tiempo
y encontrarás tu poesía.

Larga noche de piedra, 1962. Traducción de Basilio Losada.


Manuel Gutiérrez Nájera

La domadora, de Julio Ruelas

Manuel Gutiérrez Nájera (México, 1859-1895) creó un lenguaje colorista y suavemente musical al servicio de la expresión de un dolorido mundo interior. Partidario de la apertura cultural y literaria del Modernismo, no por ello dejó de defender lo más válido de la tradición literaria en lengua española.

NADA ES MÍO

¿Me preguntas, ¡oh, Rosa!, cómo escribo?
¿De qué manera, con menudas hojas,
cintas de seda y pétalos de flores,
voy construyendo estancia por estancia?
Yo mismo no lo sé! Como la tuya
es, Rosa de los cielos, mi ignorancia.

Yo no escribo mis versos, no los creo;
viven dentro de mí; vienen de fuera:
a ese, travieso, lo formó el deseo;
a aquel, lleno de luz, la Primavera!

A veces en mis cantos colabora
una rubia magnífica: la aurora!
Hago un verso y lo plagio sin sentirlo
de algún poeta inédito, del mirlo,
del parlanchín gorrión o de la abeja
que, silbando a las bellas mariposas,
se embriaga en la taberna de las rosas.
Los versos que más amo, los que expresan
mis ansias y mis íntimos cariños,
esos versos que lloran y que besan,
¿sabes tú lo que son? Risas de niños.

Otras veces me ayudan las estrellas
y sus rayos de luz trazan en mi alma
líneas celestes y figuras de oro.
Aquel soneto a Dios, es del Boyero;
de Sirio deslumbrante, esa cuarteta,
y ese canto a la rubia que yo quiero
fue escrito por la cauda del cometa.

Yo escucho nada más, y dejo abiertas
de mi curioso espíritu las puertas.
Los versos entran sin pedir permiso;
mi espíritu es su casa: Dios los manda
con cédula formal del Paraíso
para que aloje a la traviesa banda.
Algunos a mis castas ilusiones
escandalizan con su alegre charla:
esos son los soldados, los dragones,
los que traen en su clámide sombría
«húmeda noche tras caliente día».
Otros de aquellos huéspedes pequeños
se detienen muy poco: los risueños,
cantan, mis penas con su voz consuelan,
sacuden las alitas y se vuelan.

Los tristes… ¡esos sí que son constantes!
Alguno como lúgubre corneja
posada en la cornisa de la torre,
mientras la noche silenciosa corre,
hace ya mucho tiempo que se queja!

No soy poeta: ¡ya lo ves! En vano
halagas con tal título mi oído,
¡que no es zenzontle o ruiseñor el nido
ni tenor o barítono el piano!

1884. Publicado en el volumen póstumo Poesías, 1896.


Gustavo Adolfo Bécquer

Retrato de niña, de Valeriano Domínguez Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) es el máximo representante del posromanticismo español. Sus Rimas destacan por su desnudez y su emotividad, muy alejadas de los excesos formales de los primeros románticos.

YO SÉ UN HIMNO GIGANTE Y EXTRAÑO…

Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar, que no hay cifra
capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.

Rima I, en Rimas, p. 1871.