Carlos Pellicer

La títere, de Carlos Orozco Romero

La poesía de Carlos Pellicer (México, 1899-1977) huye de la tendencia a la introspección que caracteriza a sus compañeros del grupo Contemporáneos. Él es un poeta esencialmente visual, sensual y colorista. Su americanismo y su profundo sentimiento religioso son consustanciales a su obra.

POESÍA

Poesía, verdad, poema mío,
fuerza de amor que halló tus manos, lejos
en un vuelo de junios pulió espejos
y halló en la luz la palidez, el frío.

Yo rebosé los cántaros del río,
paré la luz en los remansos viejos,
di órdenes a todos los reflejos;
Junio perfecto dio su poderío.

Poesía, verdad de todo sueño,
nunca he sido de ti más corto dueño
que en este amor en cuyas nubes muero.

Huye de mí, conviérteme en tu olvido,
en el tiempo imposible, en el primero
de todos los recuerdos del olvido.

Hora de junio, 1937.


José García Nieto

Arquitectura rural, de Rafael Alonso

José García Nieto (Oviedo, 1914-2001), fundador de la revista Garcilaso y uno de los máximos representantes de la poesía arraigada de posguerra, cultivó los metros tradicionales y trató del amor, la religiosidad y el paisaje en un tono sereno y clásico y con gran perfección formal.

NO SÉ SI SOY ASÍ NI SI ME LLAMO…

A cantar dulce, y a morirme luego.
GÓNGORA

No sé si soy así ni si me llamo
así como me llaman diariamente;
sé que de amor me lleno dulcemente
y en voz a borbotones me derramo.

Lluvia sin ocasión, huerto sin amo
donde el fruto se cae sobradamente
y donde miel y tierra, juntamente,
suben a mi garganta, tramo a tramo.

Suben y ya no sé dónde coincide
mi angustia con mi júbilo, ordenando
esta razón sonora y sucesiva.

Y estoy condecorado, aunque lo olvide,
por un antiguo nombre en que cantando
voy a mi soledad definitiva.

Poesía 1940-1943, 1944.


Roberto Fernández Retamar

Niña con muñeca de palo, de Alberto Korda

La poesía cubana de la revolución tiene en Roberto Fernández Retamar (1930) a uno de sus más ortodoxos representantes. Es uno de los fundadores del coloquialismo hispanoamericano.

ARTE POÉTICA PARA REGALAR

Rápido, denles la onda,
Díganles por dónde va la cosa:
No quieren quedarse atrasados,
Ellos, que las otras veces
Llegaron tarde a las palabras,
Y cuando lo de la mierda
Andaban todavía por los lirios;
Háblenles de la maraña,
Que seguramente tendrán listo en media hora
El poema contra la burocracia,
Contra los que discriminan a los otros
(Ahora que ellos no tienen dónde
Excluir también a los otros);
Rápido, denles la onda,
Ayúdenlos a lograr ese poema
Salvaje, audaz,
Apenas
Atrasado.

Uno escribe un poema, 1949-69.


Friedrich Hölderlin

Ruina de Eldena, de Caspar David Friedrich

La poesía del alemán Friedrich Hölderlin (1770-1845) expresa la aspiración a un mundo ideal, que es identificado con la Grecia clásica. Los poetas simbolistas admiraron la profundidad espiritual y el carácter intuitivo de sus versos.

A LOS JÓVENES POETAS

Mis queridos hermanos, quizá va a madurar
nuestro arte, tras un largo fermentar juvenil,
y llegará a lograr la calma de lo bello;
no dejéis la virtud, imitad a los griegos.

A los dioses amad, pensad en los mortales.
Ni ebriedad ni frialdad, ni descripción
ni lección; si os asusta algún maestro,
pedid sólo consejo a la naturaleza.

Traducción de Federico Bermúdez-Cañete.


Enrique Lihn

La ventana, de Ernesto Barreda

Hay en los versos de Enrique Lihn (Chile, 1929-1988) cierto desgarro, próximo a la antipoesía, al mismo tiempo que un regusto de erudición y clasicismo.

PORQUE ESCRIBÍ

Ahora que quizás, en un año de calma,
piense: la poesía me sirvió para esto:
no pude ser feliz, ello me fue negado,
pero escribí.

Escribí: fui la víctima
de la mendicidad y el orgullo mezclados
y ajusticié también a unos pocos lectores;
tendí la mano en puertas que nunca, nunca he visto;
una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies.

Pero escribí: tuve esta rara certeza,
la ilusión de tener el mundo entre las manos
–¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco
con toda su crueldad innecesaria–.
Escribí, mi escritura fue como la maleza
de flores ácimas pero flores en fin,
el pan de cada día de las tierras eriazas:
una caparazón de espinas y raíces

De la vida tomé todas estas palabras
como un niño oropel, guijarros junto al río:
las cosas de una magia, perfectamente inútiles
pero que siempre vuelven a renovar su encanto.

La especie de locura con que vuela un anciano
detrás de las palomas imitándolas
me fue dada en lugar de servir para algo.
Me condené escribiendo a que todos dudaran
de mi existencia real,
(días de mi escritura, solar del extranjero).
Todos los que sirvieron y los que fueron servidos
digo que pasarán porque escribí
y hacerlo significa trabajar con la muerte
codo a codo, robarle unos cuantos secretos.
En su origen el río es una veta de agua
–allí, por un momento, siquiera, en esa altura–
luego, al final, un mar que nadie ve
de los que están braceándose la vida.
Porque escribí fui un odio vergonzante,
pero el mar forma parte de mi escritura misma:
línea de la rompiente en que un verso se espuma
yo puedo reiterar la poesía.

Estuve enfermo, sin lugar a dudas
y no sólo de insomnio,
también de ideas fijas que me hicieron leer
con obscena atención a unos cuantos sicólogos,
pero escribí y el crimen fue menor,
lo pagué verso a verso hasta escribirlo,
porque de la palabra que se ajusta al abismo
surge un poco de oscura inteligencia
y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados.

Porque escribí no estuve en casa del verdugo
ni me dejé llevar por el amor a Dios
ni acepté que los hombres fueran dioses
ni me hice desear como escribiente
ni la pobreza me pareció atroz
ni el poder una cosa deseable
ni me lavé ni me ensucié las manos
ni fueron vírgenes mis mejores amigas
ni tuve como amigo a un fariseo
ni a pesar de la cólera
quise desbaratar a mi enemigo.

Pero escribí y me muero por mi cuenta,
porque escribí porque escribí estoy vivo.

La musiquilla de las pobres esferas, 1969.