Andrés Trapiello

Árbol rojo, de Regina Saura

La obra en verso del leonés Andrés Trapiello (1953) es una poetización de sus propias experiencias biográficas. Deudor del simbolismo, los ambientes y objetos descritos en sus poemas se vuelven imágenes visionarias de una emoción.

EL POETA

Toma el hombre las cosas donde el hombre
último las dejó como un legado.
El que inventó la rueda, contra un muro
hizo que descansara y ella sola
reabrió los caminos despertando
de su letargo a todas las demás
ruedas que había, hasta llegar a hoy.
Así ha avanzado el mundo, sin nostalgia.
Sólo nosotros, los poetas, fuimos
condenados a proseguir a ciegas.
Ni una sola palabra de las nuestras
tiene garantizado ser mejor
que aquellas que escribieron con fatiga
Homero, Horacio, Keats o Emily Dickinson,
e incluso son más torpes balbuciendo,
de modo que al decir nosotros «hágase
la luz», en realidad tememos que
se apoderen de todo las tinieblas
y que tengamos que volver a tientas
de una noche tan grande a esta otra noche
donde acaso ya nadie nos espera.

Un sueño en otro, 2004.


Conrado Nalé Roxlo

Figura recostada, de Santiago Cogorno

La poesía de Conrado Nalé Roxlo (Argentina, 1898-1971) cultivó una poesía intimista, de gran perfección formal, dentro del canon estético del posmodernismo. También cultivó con acierto el pastiche literario.

EL GRILLO

Música porque sí, música vana,
como la vana música del grillo,
mi corazón eglógico y sencillo
se ha despertado grillo esta mañana.

¿Es este cielo azul de porcelana?
¿Es una copa de oro el espinillo?
¿O es que en mi nueva condición de grillo
veo todo a lo grillo esta mañana?

¡Qué bien suena la flauta de la rana!…
Pero no es son de flauta: es un platillo
de vibrante cristal que a dos desgrana

gotas de agua sonora. ¡Qué sencillo
es a quien tiene corazón de grillo
interpretar la vida esta mañana!

El grillo, 1923.

PÓRTICO

Este libro es la sombra de mi vida
fantasma de mi alma y de mi hora,
luz de jazmín en la pared derruida,
lágrima pura que la tarde dora.

Yacente estatua de la luz perdida
de la alta noche en la inquietante flora,
que en abismos de sombra sumergida
crea bajo los párpados la aurora.

En cuerda de violín, llamas y bruma.
Ala del ángel que me da la pluma
para que exprese mi temblor divino,

esto que apenas es y ya se pierde.
Fugaz grandeza de la rama verde,
brazo de flor y pedestal de trino.

Claro desvelo, 1937.


José Maria de Hérédia

La perla y la ola, de Paul Baudry

José Maria de Hérédia (1842-1905), poeta cubano de expresión francesa, es uno de los más aventajados representantes del parnasianismo. Sus sonetos, de tema bucólico, histórico o mitológico, más descriptivos que líricos, destacan por su belleza formal.

LA FLAUTA

La tarde. Cruza el cielo un vuelo de palomas.
Nada podrá aliviar tu amoroso ardor,
¡oh, pastor!, sino el son de un dulce caramillo
junto al fresco rumor de fuente entre los juncos.

A la sombra del plátano donde descansaremos
es más blanda la hierba. Deja, amigo, a la cabra,
errante, sorda incluso para sus cabritillos,
escalar la alta roca y pacer tiernos brotes.

Mi flauta, hecha con siete cañas irregulares
de cicuta, que cera envuelve y une, aguda
o grave, llora, canta o gime si es mi agrado.

Ven a aprender el arte divino de Sileno,
y tus ayes de amor, de esta sagrada caña,
escaparán volando en armonioso aliento.

Los trofeos, 1893. Traducción de Paco García.


Daniel de la Vega

Paisaje, de Sergio Montecino

Junto a otros acentos, destacan, en la poesía del chileno Daniel de la Vega (1892-1971), el nostálgico, en los poemas que evocan la infancia y la vida de provincias, y el trágico, resultado de su visión romántica y angustiada de la vida.

¡OH, MUJER! ESTOS VERSOS TUMULTUOSOS Y OBSCUROS…

¡Oh, mujer! Estos versos tumultuosos y obscuros
que arrojo por la vida desesperadamente;
estos versos revueltos, espontáneos y duros
que lee –mansamente, sin inquietud– la gente;
estos versos llameantes, estos versos sombríos,
estos versos que tienen entrañas armoniosas,
son desesperaciones, son aullidos míos
ante el enigma eterno que hay en todas las cosas…

Yo tengo una inquietud que se retuerce loca
cuando interrogo al cielo buscando claridad,
con palabras de llamas que me queman la boca,
y quieren escapar hacia la eternidad!

De «Apuntes líricos», X, en Los momentos, 1918.


César Antonio Molina

Fragas del Eume, de Pedro Bueno Salto

César Antonio Molina (La Coruña, 1952), poeta bilingüe, en español y en gallego, es autor de una obra densa, heredera de la tradición simbolista europea, profundamente humanística.

VIENES EN LA NOCHE DE CUZCO CON EL HUMO FABULOSO DE TU CABELLERA

Mi mano está sobre el desnudo papel de la mesa
y yo a kilómetros de distancia
en tu túnica de tela real finísima,
transparentes ambos cuando al estar mojados
de tinta o mar se dejan ver preformes,
voluptuosos por la oblicuidad del oleaje.

Mis días están plenos en el resollar fatídico del océano.
La sal, la nube la amarga espuma, el cielo brocado
boya en el adiós.

El poema y tú estáis en la otra orilla.
Una extensión liquida media entre nosotros
y un cocodrilo aguarda en la playa
como tintero, ojo, ombligo, áspid fosfórico
que guía la sed de mañana.

Mi mano aspira al encuentro.
Todo en ella está preparado,
jaula y cebo,
para las garras llenas de bálsamo.

Mi noche es ahora día,
mi día es ahora noche.
¿Quién nos caza?

Mi mano está sobre el desnudo papel de la mesa
y mi deseo a kilómetros de distancia
te sale al encuentro.
Tu cabellera ondula la escribanía como una vegetación.
Rueda humeante en las mareas,
desea morir y renacer.
Sus pies son un torbellino y su cuerpo está aéreo
como mi mano de cazador que sigue pasos,
aquella huella alzada contra las frondas.

La voz del poema clama como el ánsar o la llama cogida en su celo
y es tu imagen quien me aprisiona en el mismo vibrar.

Mi mano está sobre la desnuda piel de la tuya,
el ámbito interior crea un espacio de silencio,
en la línea de papel
por donde el viento seca esta tinta simpática.

Derivas, 1987. Las ruinas del mundo, 1991.