Agustín Millares

Campesinos, de Manolo Millares

Para el poeta grancanario Agustín Millares Sall (1917-1989), la palabra poética es un instrumento mágico con el que se contribuye a construir un mundo mejor. Orgulloso de su condición de «poeta social», desprecia aquella literatura que vive de espaldas a las preocupaciones de las gentes humildes.

SALUDO

I

Yo te saludo amigo te saludo y te canto
igual que si te hubiera de siempre conocido.
No puedo equivocarme después de haberte oído.
Tú eres parte del sol que yo he esperado tanto.

Yo te saludo amigo te abrazo emocionado
a través de la niebla por donde pasa el día.
Con tu enorme caudal de luz y poesía
el rincón más oscuro se hubiera iluminado.

La senda que me enseñas no me es desconocida.
He marchado por ella sin conocer la calma.
Antes que tus palabras me llegaran al alma
ya habían tus ideas incendiado mi vida.

Es verdad que estos años no los hemos vivido
sino sólo pasado que el tiempo nos supera
que hay estrellas más altas sin sospechar siquiera
que forjando el gran siglo muchos han transcurrido.

Diste tu libertad que es como darlo todo
para que la alegría repique en la campana.
Un trozo de tu vida brindas cada mañana
para que el mundo entero pueda salir del lodo.

Yo te aseguro amigo que nunca había estado
tan cerca de la vida como en este momento.
No es posible la duda donde llega tu aliento.
Tú vas por la llanura de un cielo despejado.

Yo poeta declaro que tu acento es profundo
que llevas en las venas los ríos de un planeta.
Yo poeta declaro que tú eres poeta
porque anuncias y cantas el mañana del mundo.


Elsa Cross

Escritura de vuelo, de Irma Palacios

La poesía de Elsa Cross (México, 1946) es de tono meditativo, ascético y pausado. Sus versos, cuajados de símbolos, erigen un mundo de túneles, grietas, intersticios, donde alumbran de repente pequeñas iluminaciones.

PALABRAS

Morada oscura del sentido,
prisión y límite
de lo que en el silencio se nos da.

Ah, palabras, que puedan todavía
hilvanar
tu imagen por ellas dispersada.

En vano sus fuerzas reconcilian,
pues no salvan
el salto que va del habla
al pensamiento
y del pensar al ser ensimismado.

Vienen solas y dicen de la “cámara blanca”.

Baniano, 1986.


Juan Larrea

En el café, de Rafael Benet

El bilbaíno Juan Larrea (1895-1980) publicó sus primeros versos en las revistas ultraístas Grecia y Cervantes. Luego, militó en el creacionismo, animado por Huidobro. En París, entraría en contacto con el surrealismo y adoptaría el francés como lengua poética para, una vez rotos los vínculos con la lengua materna, alcanzar la máxima libertad creativa.

RAZÓN

Sucesión de sonidos elocuentes movidos a resplandor, poema
es esto
y esto
y esto
Y esto que llega a mí en calidad de inocencia hoy,
que existe
porque existo
y porque el mundo existe
y porque los tres podemos dejar correctamente de existir

Publicado en Favorables París Poema, nº 1, julio 1926.


Valerio Magrelli

Autorretrato, de Francesco Clemente

La poesía del italiano Valerio Magrelli (1957) es obra del pensamiento, de carácter filosófico, culta, de un cierto hermetismo con raíces en Eliot.

DIEZ POESÍAS ESCRITAS EN UN MES…

Diez poesías escritas en un mes
no es mucho aunque ésta
fuera la undécima.
Tampoco los temas son distintos
al contrario hay un solo tema
y tiene por tema el tema, como ahora.
Esto para decir cuánto
queda a este lado de la página
y llama y no puede entrar,
y no debe. La escritura
no es espejo, sino
vidrio esmerilado de las duchas,
donde el cuerpo se agrieta
y sólo se vislumbra su sombra
incierta pero real.
Y no se reconoce quien se lava
sino sólo su gesto.
Por eso, qué importa
ver detrás de la filigrana,
si yo soy el falsario
y sólo la filigrana es mi trabajo.

Ora Serrata Retinae, 1980. Traducción de Carmen Romero.


Manuel Álvarez Ortega

La memoria y la música, de Antoni Pitxot

Para el cordobés Manuel Álvarez Ortega (1923-2014), la poesía “conjuga la pasividad de los sentidos con la objetividad del sentimiento, es la sintaxis del alma de quien la escribe”. Sus versos se caracterizan por la brillantez de las imágenes surrealistas, la cuidada musicalidad y las preocupaciones metafísicas.

ESCRIBO COSAS DEL HUÉSPED QUE ME HABITA

¿Qué dirás? Hallas la vida como un mar oscuro,
oyes de sus desnudos escollos elevarse
los puñales, ves el remordimiento de su agua
negar la paz, mojar de luto tus orillas,
ceder su tinta negra por el desierto de ortigas
que unos ciegos relojes, con habilidad, abren
en tu memoria.

Hoy es un día cualquiera,
tres de junio, un día innecesario, te mueves
como un fantasma que se hiere en las cosas,
ardes bajo el continuo fuego de este páramo
del sur, esta prolongación de la muerte,
este infierno diario.

Gota a gota se deslíe
la noche, vives, las redes del desaliento
te tienden su ceniza, suena una música de piedra,
están golpeándote contra números ciegos,
pájaros infernales, monarcas de un paraíso
que escriben su maldición sobre las tablas
de este hogar vacío, estos mudos espejos
que arañan tu prisión terrestre.

Cae la lluvia
del verano, un olor a pobreza te atenaza,
no sabes qué luz te inventa, vas por las calles
como dormido, gastas la miel de tu tristeza
por un puerto mortal, no hay barcos, no hay
velas, el faro está apagado, arriba solo
el cadáver de la luna que despliega los hilos
de su azufre maldito sobre el mar.

Por un arco
de maderos, ría abajo, conchas y cieno, te alejas
de la maldad, el llanto de los mendigos
cuya letra asesina, el duelo de una boca letal
que se ofrece junto al malecón, entre dos luces,
alba malcosida, perros que babean su pereza
alrededor de las lonjas de pescado,

muchachas
cuyas sórdidas dávidas enmohecen en el fondo
de los tugurios, bajo sábanas salpicadas de orín,
descompuesto el cabello por el humo del tabaco,
la siniestra marea de un ejército que se pudre
entre sudor, vino y discordia, vanas castidades
de una edad que gira descompuesta en la lana
despintada por la saliva de cien generaciones
de borrachos.

Te alejas hacia otros meridianos,
tiene que existir otro mundo, algún lugar, otro
aire, una tapia, un hoyo, un túnel, no sabes,
un amarillo espacio donde el crimen se olvide,
donde una espada de fuego, arcángel o demonio,
defienda y crucifique los puntos cardinales
del hombre, abra las trampas de la virginidad
y sus ceremonias,

alguna tierra, algún astro,
nube o subsuelo, en donde la justicia sea,
un puño vengador se levante, libere del tirano
que se embriaga en su copa de lujuria, no halle
el dolor su domicilio en el lecho del verdugo
que desata su mal diario, clausure la asfixia
sus llamas expiatorias y salve con los signos
de su turbulenta liturgia el insomnio que anida
bajo el humo de las cárceles.

Oh, existe, sombra
o planeta, y hacia allá quieres tender tu cabeza,
la costumbre del muerto que sube por tu tronco,
oír cantar aún el mar de huesos que por tus ojos
se mueve, interroga, escupe, te niega al aluvión
de pena que te arrastra a otro golfo, sótano
cada vez más oscuro, cuerda acusadora, papel
culpable, reguero de destilaciones que unifica
silencio y hambre, rezo y cadena.

Y hacia allá
vas, tentáculo creciente, salamandra, liana
última, mientras la noche en ti se precipita,
abre hondos agujeros del olvido por tu carne,
y tú, credo solo, en su tinta germinal viertes
la sal de tus horas, el luto y la aventura
de este huésped, fénix ciego, que te habita.

Desierto Sur, 1956.