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Guillermo Carnero

Arielle sobre fondo azul, de Manolo Valdés

Guillermo Carnero (Valencia, 1947) es uno de los más importantes poetas culturalistas de la generación de los novísimos. En sus poemas pretende “alimentar la imaginación, interesar a las pasiones y los movimientos del corazón y dejar siempre un aire de sugerencia”.

EL SUEÑO DE ESCIPIÓN

I

Preguntado Laforgue por el ser del poema:
«Ni moi ni mon art, Monsieur».
Lo que supone,
igual que sus sarcasmos sobre el claro de luna
hace superflua la charla de Polonio
exacto sobre el Príncipe (Though this be madness
there is method in it).
No erraba el cadencista
aun incurriendo en etopeyas fáciles
de Pierrot, y el recurso
es más preciso que Bison Ravi1
apuntando al azar: «A mort le pléonasme»2.
La poesía cuesta lo mismo que el amor
un breve repertorio, y el arma del intérprete
es el oficio de aventajar la glosa.
Así pues, contemplando
algo convencional y en apariencia plano,
horizontal, yacente y en nada apelatorio
como una singular vinculación erótica
resultan por el arte las múltiples lecturas
y no una, previsible, con sus habituales
requerimientos: la común terneza,
la satiriasis, abstracción del tiempo,
antecedentes y consecuentes, como el anfiteatro,
sino una vasta gama por lo vario del signo
siendo vivir un modo de escritura
secuencia del problema literario
de inescribir lo escrito.
A mort le pléonasme.

II

El poema procede de la realidad
por vía de violencia; realidad viene a ser
visualizar un caos desde una perspectiva
que el poeta preside desde el punto de fuga.
Grandeza del poema, la del héroe trágico;
un modo de atentar contra el método empírico
desde su misma entraña, como aquel poseído
ofendía la ley desde el sometimiento.
Poema es una hipótesis sobre el amor escrito
por el mismo poema, y si la vida
es fuente del poema, como sabemos todos,
entre ambos modos de escritura
no hay corrección posible: como puede observarse
no nos movemos en un círculo
para gloria del arte
y sin embargo evítese
tal conclusión en práctica:
la palabra en perjuicio de la tragedia íntima
lo mismo que su opuesto;
¿qu’adviendrait-il alors
de cette absence de mystère? 3

III

Indignaban a Pico
los pulcros paradigmas de Careggi,
que la inteligencia, la vista y el oído
son los únicos medios de gozar la belleza
y existe por lo tanto una triple beldad
o que la belleza de un cuerpo es su simetría
de donde amor no exige más cosa que templanza
y buen gusto4.
De ahí
su bien lograda máxima: No hay belleza en un dios.
Y procediendo por analogía,
que es el modo de ser de este parágrafo,
resulta (véase el resto del poema):
Et vous et votre art, Monsieur. No hay belleza en un dios.

1 Anagrama usual de Boris Vian.
2 En avant la zizique et par ici les gros sous, Cap. III.
3 Mallarmé: L’art pour tous.
4 Traduzco libremente parte del discurso de Giovanni Cavalcanti en el Comentario al banquete de Platón, de Marsilio Ficino.

El sueño de Escipión, 1971.


Fernando Charry Lara

Desnudo, de Enrique Grau

Fernando Charry Lara (1920-2004) fue uno de los primeros poetas colombianos en incursionar en el surrealismo. En sus versos conjuga sabiamente lirismo y erotismo.

EL VERSO LLEGA DE LA NOCHE

En la ciudad de bruma la fiesta
De las noches es un bosque
De cabelleras oscuras y de estrellas.

Turbándome con sus pálidos dedos de rocío
Copio entre los amantes sorpresivas palabras,
Su silencio enloquece las plazas solitarias,
Las calles, los ámbitos callados
Por donde pasa el aire misterioso de siempre.

Es el rumor, las alas
Como al anochecer la sombra
De una cabellera en las manos.
Es el rumor vagando entre vientos,
Entre lúgubres vientos
En que sollozan luces
Y espejos de la ciudad nocturna.

Es el rumor, las sílabas
Que nacen y llevan una canción
Al corazón que sueña,
Una canción, las sílabas
Creciendo en medio de la niebla
O tal flor desnuda bajo la lluvia.
(Nunca hemos amado tanto, nadie
Sabrá decir que hemos amado tanto
En una noche.
En nuestro corazón resuenan los horizontes
Y resuena también la vecindad de la tierra.)

El verso silencioso fue en la noche,
El verso claro fue el instinto
Bajo ruda corteza o piel amarga.
El verso, palabras ceñían los cuerpos
Delgados de las mujeres,
Sus claros cuerpos bajo la luna
Suspendidos en la música,
Sílabas ceñían sus cuerpos
Como voces ardientes, como llamas.

En un árbol de lluvia que gime al viento
Sus canciones,
Sube la sangre en río sollozando ligera
Y soporto encendida la tristeza de un grito
Largamente tendido en medio de la noche.

De la noche sedienta, de la innúmera noche,
De la noche que guarda
Los deseos como sombras,
De las dolorosas, mudas sombras amadas,
Sombras de los deseos,
Sombras de un antiguo amargo silencio.
Amargo, sí, errante silencio en que no queda
Sino el poema en la noche,
Como recuerdo herido por el filo de un beso.

Nocturnos y otros sueños, 1949.


Enrique Baltanás

Amantes, de Manuel Quejido

En la poesía de Enrique Baltanás (Sevilla, 1952), se dan a la vez emoción y humor, cuidado del verso y aire coloquial, intimismo y casi costumbrismo.

POÉTICA

No buscas que tu nombre venga en antologías
ni que de ti se ocupen en su letra menuda
minuciosos manuales.

Tan sólo que algún día,
dentro de mucho tiempo, un lector solitario
—pues siempre solitario es el ser que llamamos
lector— vaya, y en una biblioteca,
casi al azar, descubra unas palabras
cubiertas por el polvo de los años.

Y tras soplar el polvo y repasar las páginas
encuentre que esas páginas le entonan
como un poco de whisky en una tarde fría del invierno.

Las señales del fuego, 1997.


Diego Dublé Urrutia

Riberas del Mapocho, de Alberto Valenzuela Llanos

El interés de Diego Dublé Urrutia (1877-1967) por la vida hogareña, el campo y las costumbres populares hacen de él el primer poeta criollista de Chile.

MI LAÚD

La caja de mi laúd
la fabriqué en una tarde,
con astillas arrancadas
al ataúd de mi padre.

Las cuerdas de mi laúd,
como lo dicen sus sones,
son fibras deshilachadas
del corazón de los hombres.

Las notas de mi laúd
me las escribe una bruja,
a quien he dado un tintero
y un aposento en la nuca.

En fin, yo soy un cantor
de esas penas y nostalgias
que se cultivan hoy día
como las flores del alma.

Veinte años, 1898.


Rafael Montesinos

El bodegón, de Julián Grau Santos

La poesía del sevillano Rafael Montesinos (1920-2005), es clara, directa, difícilmente sencilla, como la de su maestro Bécquer. La melancolía, el recuerdo, la evocación emocionada del paisaje, el vivo amor, la nostalgia de un cristianismo puro y primitivo, son algunos de sus temas.

POETA

Corazón de poeta,
tiempo perdido,
eternidad que vuelve,
danza de siglos,

recuerdos que regresan
tristes, sin nadie;
corazón que se cansa
de eternidades.

Soledad de poeta
–¡oh tiempo escrito!–.
A solas el poeta
vence al olvido.

Soledad que en el pecho,
fiel, permanece.
Corazón de poeta,
nadie lo entiende.

País de la esperanza, 1949-1955.