Categoría: Autores

Piedad Bonnett

La vecina de enfrente, de Heriberto Cogollo

Según Piedad Bonnett (1951), los poemas expresan «las incertidumbres eternas de una manera siempre nueva». La crítica reconoce en ella a una de las más valiosas voces de la poesía colombiana contemporánea, capaz de indagar, con un lenguaje hondo y transparente, en las más profundas galerías del alma.

VUELTA A LA POESÍA

Otra vez vuelvo a ti.
Cansada vengo, definitivamente solitaria.
Mi faltriquera llena de penas traigo, desbordada
de penas infinitas,
de dolor.
De los desiertos vengo con los labios ardidos
y la mirada ciega
de tanto duro viento y ardua arena.
Abrazada de sed,
vengo a beber de tus profundos manantiales,
a rendirme en tus brazos,
hondos brazos de madre, y en tu pecho
de amante, misterioso,
donde late tu corazón como un enigma.
Ahora
que descansando estoy junto al camino,
te veo aparecer en cada cosa:
en la humilde carreta
en que es más verde el verde de las coles,
y en el azul en que la tarde estalla.
Humilde vuelvo a ti con el alma desnuda
a buscar el reflejo de mi rostro,
mi verdadero rostro
entre tus aguas.

De círculo y ceniza, 1989.


Francisco José Cruz

Frenhofer, de Miki Leal

En la poesía del sevillano Francisco José Cruz (1962) predomina la expresión directa, irónica y reflexiva. El poema se convierte en una crónica lúcida de la realidad.

EL TRAVIESO

Siempre hay que recordarle al poema
que tiene que ayudarnos a escribirlo.
Su carácter ausente casi nunca
colabora con la necesidad
de decir que tenemos.
Él tiene la manía incorregible
de no expresar lo que pensamos,
de proponernos otras cosas
e incluso, con frecuencia, de callarse.

Por esto, debemos obligarlo
a escuchar cada palabra que decimos
—si es posible en voz alta—
hasta que consigamos que se siente
en la arena remota de algún folio
y con sus dedos de aire vaya haciendo
el dibujo preciso de la voz.

El poema no aguanta aquí sentado
y a los pocos renglones ya desobedece,
trazando con los pies
los garabatos que le van saliendo
a la vez que se acerca hasta la orilla
del folio y allí naufraga,
como un niño advertido del peligro
que implica no hacer caso a quien lo cuida.

Maneras de vivir, 1997.


Estratón de Sardes

Busto de Antínoo, en el Louvre

Estratón de Sardes (siglo II d. C.) cultivó el epigrama homoerótico, bajo la advocación de Zeus, raptor de Ganímedes. Defendió la modernidad de sus epigramas, frente al carácter anticuado de la poesía heroica y grave.

COMENCEMOS POR ZEUS…

Comencemos por Zeus, como dijo Arato.
Y a vosotras, Musas, hoy no quiero molestaros.
Pues si me gustan los muchachos y con muchachos trato,
¿qué importa esto a las Musas Heliconiadas?

Epigramas. Traducción de Manuel González Rincón.


Michèle Najlis

Sin título, de Hugo Palma

La poesía de juventud de Michèle Najlis (Nicaragua, 1946), rebelde y exaltada, participa del sueño colectivo de la revolución. En sus últimos libros, evoluciona hacia una poesía meditativa y amorosa, formalmente más elaborada.

QUIERO UN POEMA SENCILLO Y BUENO…

Quiero un poema sencillo y bueno
como el pan,
caliente y oloroso
con ese olor de gente,
de harina,
de manos amasando
y de un gran fuego rojo en el cielo del horno.

Quiero decirte: Ven,
mi pan es tuyo
¿no ves qué manos lo amasaron?
¿no ves que un mismo amor lo ha cocido
y que mis manos y las tuyas
estuvieron juntas en la panadería?
¿No ves que venimos amasando pan
desde el primer grano que sembramos?

Ven:
compartamos el pan y la esperanza
aunque el dolor sea largo
y la angustia infinita.

El viento armado, 1969.


Héctor Carreto

Pléyades, de Raúl Óscar Martínez

México tiene en Héctor Carreto (1953) a uno de los mejores poetas epigramáticos de la actual poesía latinoamericana. Su obra poética, irónica e incisiva, se propone desacralizar los mitos de la sociedad contemporánea.

LA CIERVA

Soñé que el ciervo herido pedía perdón
al cazador frustrado.

Nemen Ibn el Barud

De pronto tú
recostada en un claro del bosque
manjar sereno
¿Intacto?

Tensé el arco
y disparé
sobre ti
rápidas palabras
red para cazar lo inasible.
Pero ninguna letra
fue salpicada por tu sangre:
entre un adjetivo y otro
saltaste
más veloz que la luz de la flecha.

Una vez más
mi palabra no alcanzó a la Poesía.

Ilesa
sobre la rama de un árbol
pero con lágrimas en los ojos
me suplicas:
«inténtalo de nuevo,
inténtalo de nuevo.»

Habitante de los parques públicos, 1992.