Categoría: Literatura venezolana

Rafael Arráiz Lucca

Colosa (de la alegoría), de José Vivenes

La poesía del venezolano Rafael Arráiz Lucca (1959), de marcado carácter autobiográfico y testimonial, se pregunta por el destino del hombre, el paso de los días y la pérdida de la inocencia.

LA POÉSIE

Como una voz que cubre
los espacios más amplios
sin que nadie la escuche.

Como las muchas cartas selladas
dirigidas a una actriz
que ha fallecido en secreto.

Como el inútil soplo de Dios
sobre una costilla falsa.

Litoral, 1991.


Diana Lichy

Variación 1, de Francisco Bellorín

La reflexión sobre la creación poética es uno de los principales temas en la poesía de la venezolana Diana Lichy (1960), junto al amor y la ecología.

AL PRINCIPIO CAEN DISPERSAS…

Al principio caen dispersas
gotas errantes
para formar
un nuevo diluvio

las palabras
que

se huelen
se tocan
se buscan

como animales en celo

caníbales
se devoran unas a otras

como jauría
resuenan dentro de mí

Solitario oficio de horas desnudas, 1993.


Ana Nuño

Pasan y arden, de Luis Lizardo

Ana Nuño (Venezuela, 1957) se aparta en sus versos de la subjetividad poética y reivindica la dimensión artesana de la poesía, el culto de la forma.

LA POESÍA

Como a Marianne Moore, también a mí
me disgusta. Algo incivil hay en la idea
de forzar las palabras a decir
lo que, pudor o pereza, por dentro
llevan. Tomarse uno tan en serio
no es bueno, además, para la salud.

Como sabían curarse en salud,
los griegos se fabricaron la mí
mesis: el único negocio serio
es la realidad. Esta sabia idea
les permitió asaltarla desde dentro,
forzar y saquearla (es un decir).

Un caballo de madera, es decir,
un vientre hueco lleno de salud
ables mercenarios: entre el adentro
y el afuera, el amplio horizonte y mi
agazapada persona, la idea
de un ataque por sorpresa es, en serio,

genial. Así al menos se salva el serio
escollo de la arrogancia. Decir,
además, es decirse, y una idea,
la forma más antigua de salud
o sin tanta redundancia. De mí
se verá la sombra que doy afuera,

como un ombú, un bambú, lo que hacia afuera
tiende naturalmente, pero, en serio,
no me pidan que les presente mi
pereza torpe, enroscada, y qué decir
de mi incómodo elefante. La salud
de un poema está en omitir ideas

tanto como en expulsar de la idea
la excesiva interioridad. Afuera,
en la noche troyana, la salud
es lo que cuenta. Lo de antes, el serio
dudar de todo, el temor, el decir
se que nada vale el esfuerzo… mi

pereza cede ante la saludable idea:
decir el caballo que allá afuera
galopa serio y triste en mi cabeza.

Sextinario, 1999.


Armando Rojas Guardia

Armando Rojas Guardia (Venezuela, 1949) fundó en 1981 el Grupo Tráfico, que reivindicaba una poesía coloquial, urbana, desprejuiciada y desmitificadora. El conflicto entre su condición homosexual y su profunda fe católica imprime tensión existencial a su obra.

YO AGUARDO AL ANIMAL DORMIDO…

Yo aguardo al animal dormido.
Mientras los otros trabajan lo discierno
moviendo sus patas livianísimas
contra mis sienes ahuecadas.
Se alimenta del ocio que me atonta.
Sus ojos son relámpagos lejanos
ardiéndome en la punta de los dedos.
Su piel es mi voz centuplicada.
Y causa sangre su pezuña fría
helándome el esfuerzo. Lo vigilo.
Mientras los otros yacen o copulan
cebo la trampa del papel
bajo la lámpara neutra, distraída.
Estudio la forma de amansarlo
con un golpe de luz sobre mi frente,
una imagen capaz de sostener
la inocencia cabal de su estatura.
Remuevo símbolos sagrados
para atraerlo al centro de esta hoja
blanca de esperarlo. Mitos sonoros
fraseados por el ritmo del lenguaje
intentan acunarlo levemente…
Pero el animal desaparece
justo en el instante de apuntarlo
con la palabra artera y su veneno.
El olor perseguido se anonada
cuando flota ese pálpito que extingue
la escritura en su límite preciso.
La idea es ya una horma para nadie.
Mi voz retrocede en la garganta.
La trampa está rota para siempre.
En la distancia frágil de la página
el animal es rastro, sólo fuga:
cuaja entonces inútil el poema.

La nada vigilante, 1994.


Gregory Zambrano

gregoryzambrano

La memoria y la tradición literaria son las fuentes de la poesía del venezolano Gregory Zambrano (1963). En ella, se muestra el arte de elevar lo cotidiano a lo trascendente.

POETA EN ESTADO DE EMERGENCIA

El poeta solía hacer grandes cosas
con sus manos, con su voz.
Era un gran constructor,
pintaba ríos y ponía una brújula
en los paisajes,
su oficio preferido
era pensar en las mujeres,
confundía sus piernas
con colmillos de elefantes,
el poeta pintaba sus sueños
y siempre venía el verbo a él manso,
luminoso y todo el universo
se unía en un aliento,
en una carta donde él daba cuenta
de las grandes carencias de los demás hombres.
Ahora, después de muchos años,
el poeta cabalga porque es jinete insomne
y se lamenta de sus dolencias,
sin embargo nada ha cambiado,
de su palabra salen grandes inventos,
es decir, dioses, fuegos, dudas y canciones.
Es un pirómano con las palabras.
El poeta no cree en lo que ve, por eso
lleva siempre un farol entre sus manos
y toca la realidad como para salir de dudas.

Desvelo de Ulises y otros poemas, 2000.