Categoría: Literatura peruana

Pedro Gori

Palomas, de Enrique Bustamante

La poesía del peruano Pedro Gori (1934)  une pasión lírica y reflexión social en un intento de conjugar la poesía pura y la civil.

HABLANDO

Si leemos un poema
3 o 4 veces
las palabras se gastan.
Pero si lo dejamos
reposar
junto a un campo
de uvas,
se pone de pie
y nos embriaga
de nuevo:
soltando crepúsculos,
envolviendo mares,
disparando aviones
que dejan
una estela blanca,
otra veloz
y de color amarillo;
aviones que bajan
casi hasta la superficie
del mar
y del viento
los empuja de nuevo
hacia los cielos.
Es como aquel juego
de mi infancia
cuando salía
con mi carrete de hilo
buscando un campo de hierba
para volar mi cometa.
A veces
también la volábamos
en las calles
como si protestáramos.

En la lejanía más honda, 1964.


Blanca Varela

Machu Picchu, de Tilsa Tsuchiya

Blanca Varela (Perú, 1926-2009) cultivó una poesía reflexiva y desencantada, bajo la influencia del surrealismo y del pensamiento existencialista. La palabra poética se convierte en sus versos en una forma de descubrir, conocer y revelar la realidad individual y colectiva.

UN POEMA…

Un poema
como una gran batalla
me arroja en esta arena
sin más enemigo que yo

yo
y el gran aire de las palabras

«Ejercicios», I. En Valses y otras falsas confesiones, 1972.


José Watanabe

Mi casa es biológica, de Denise Mulanovich

La poesía de José Watanabe (Perú, 1946-2007) se caracteriza por una cierta mirada irónica del mundo cotidiano y la sabiduría con la que convierte cualquier anécdota en una parábola llena de significados.

DE LA POESÍA

El niño entró en la sombra de su árbol de extramuros
donde dejaba diariamente sus quehaceres de intestino.
Y si otro niño en árbol vecino se acuclillaba
y se aliviaba
brotaba entre ambos
la honrosa complicidad en la depuración
del buen animal.
Esta vez, sin embargo,
una visión suspende al niño, lo fija
con estupor
bajo su árbol:
En medio de una anterior limpieza
crecía
una incipiente y trémula plantita.
Y lo estremeció la imaginación del viaje
de la pequeña menestra
a lo largo de su cuerpo, su recorrido indemne,
incontaminado
y defendiendo
en su íntimo y delicado centro
el embrión vivo.
Y en la memoria del niño,
con difícil contento,
comenzó a elevarse para siempre
la planta mínima, tu principio, tu verde banderita,
poesía.

Historia natural, 1994.


Eduardo Chirinos

El viaje, de Luz Letts

La poesía del peruano Eduardo Chirinos (1960-2016) pretende, en palabras de Álvaro Salvador, “el gran aliento poético de la tradición culturalista, en la que el personaje poético se enmascara continuamente tras los pretextos mitológicos o intertextuales, aunque con plena conciencia irónica de su fracaso, del fracaso del profeta que finge ser”.

PARA EVITAR LA MÚSICA DE LAS SIRENAS

ESBOZO PARA UNA POÉTICA DEL MAR

Has de saber ante todo
que la poesía nos conduce a desconfiar del mar.
El mar es fuente de metáforas fáciles: muerte y nacimiento conviven en sus
[aguas,
del mar nace la vida y nuestras vidas
son los ríos que van a dar en la mar / que es el morir.
Peligroso bañarse entre sus aguas y aún mojarse los pies;
el mar seduce, su canto arrulla y nos ofrece salmos de gloria,
la música de las sirenas.
Pero no es conveniente la gloria: un poeta oscuro será siempre más valioso
[que cien héroes muertos, no lo olvides.

(La historia es pródiga.
Algunos anclaron sus cuerpos en aguas tan profundas que vieron peces
[ahogados y algas transparentes,
otros salpicaron la espuma y humedecieron sus bocas sin atreverse a entrar.
Los primeros no han vuelto o han desaparecido antes que sus jóvenes
[esposas,
los segundos han vuelto y se emborrachan
o han enloquecido en las tabernas.)

Parece un refugio, es cierto. La inmensidad del cielo se refleja en su piel
[y ofrece la ilusión de un vacío cósmico;
pero es sólo un falso espejo, una galaxia con azotea y sótano,
una inútil galería de aguas.
El mar impresiona, todos lo sabemos.
Comerciantes y marinos han surcado sus aguas y explorado sus profundidades.
Los pescadores han logrado una fuente de ingreso y maldicen la marea,
los novios se acogen a su luz y gozan del amor en horas de la tarde.
Pero son los niños quienes realmente saben del mar.
Ellos refuerzan sus castillos de arena con murallas de arena
y temen el advenimiento de las aguas.
Que sea parecido tu temor, conserva siempre más cuidado:
una ojeada es peligrosa, un brevísimo baño y estarás perdido.
Egeo cedió y fue un ahogado ilustre.
Odiseo lo supo y arriesgó su vida por caer en tentación
mas tú no caigas.
Hoy día pocos recuerdan su memoria
y un poeta oscuro será siempre más valioso que cien héroes muertos,
no lo olvides.

Archivo de huellas digitales, 1984.


César Vallejo

La niña de las naranjas (Anita), de Carlos Quizpez Asín

La poesía del peruano César Vallejo (1892-1938) está marcada por una permanente inquietud renovadora y una especial sensibilidad para el dolor humano. Su poemario Trilce es quizás la máxima proeza de la vanguardia literaria en español.

UN HOMBRE PASA CON UN PAN AL HOMBRO

Un hombre pasa con un pan al hombro
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de la axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?

Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Bretón?

Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después, del infinito?

Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?

Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?

Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?

Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?

Alguien va a un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?

Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?

Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no-yo sin dar un grito?

Poemas humanos, 1939, póstumo.