Paisaje, de Manuel Colmeiro

La chileno-española Concha Zardoya (1914-2004) inició un tono propio en la poesía de posguerra española, basado en la poetización de las cosas sencillas, como forma de indagación en los problemas de la condición humana.

ES MI ÚNICA PATRIA LA PALABRA

Es mi única patria la palabra.
Esta palabra viva que derramo
azul y roja, gris, o negra y blanca,
ayer y hoy, mañana, tantos años.

Es mi única patria la palabra.
Es el único pan que como a diario.
¡Corteza dura masco, miga blanda,
dorado candeal que besa el labio!

La vierto por los ojos, por la cara.
Del hondo corazón le nace el llanto.
Las sílabas rezuman toda el alma,
el poso de silencios acuñados.

Y, flor, sustento, luz, piedad, el agua,
vivo, respiro, bebo, pronunciando
quedos versos y prosa castellana,
«buenos días» al aire tan callado.

Corral de vivos y muertos, 1965.

YO ME MIRO CRECER EN ESTOS MUROS…

Yo me miro crecer en estos muros
como sauce sin agua bienhechora,
en derrota viviendo mi destino
de llorar a los muertos y a los huérfanos.

Porque piso la sangre que no veo
y los llantos que arrastran sus caudales
por el pecho de madres y de viudas,
en el triste solar de nuestra España.

Todo llega hasta mí, desde la calle
que puebla amargamente la tristeza
de padres que en las celdas tienen hijos
o ausentes a destierro condenados.

Todo llega hasta mí desde la calle:
desde el húmedo sótano sin lumbre
que algún día las flores alegraron,
desde el taller del polvo y la ignominia.

Todo viene hasta mí y me golpea
el corazón, la sangre y la conciencia.
Me golpea en los ojos que la aurora
desvelados hallara sobre el lecho.

¿Quién ordena este llanto y esta muerte,
la desgracia y el hambre en las ciudades?
¿Quién agranda los blancos cementerios
con las fosas abiertas cada noche?

Yo no puedo cantar, hermanos míos,
evocando el dolor que se levanta
de vuestra vida gris, de la deshonra
que nos alcanza a todos tristemente.

Sólo queda, escondido entre paredes,
el llanto que socava la existencia,
la pasión numerosa, el drama cierto
que habita con espinas mi memoria.

La perdida hermandad, los rotos labios
del que murió callando en la mazmorra,
los mojados pañuelos por el luto…
son cosas que yo lloro como mías.

¡Ay, mi oficio es plañir entre estos muros,
sintiendo en mis espaldas las pisadas
de los hombres que marchan a la muerte
con la aurora y el frío de mi España!

¡Ah, mi oficio es el llanto cotidiano!
Bellos versos se pudren en la boca,
imprecando por dentro lo que callan
el alma, el corazón y la vergüenza.

Corral de vivos y muertos, 1965.

DOCUMENTOS DE IDENTIDAD

¡De identidad tus libros, documentos!

Quien soy yo, ay, declaran como cédulas
firmadas por el juez, por el alcalde.
Por ti responden ellos a preguntas
que alguien formulara inquisitivo.
Responden por tus actos y tus sueños.

En una plaza esperan silenciosos.
En un rincón tranquilo y en los trenes.
En la mesa callada que te sirve,
donde comes tu pan y también lees.
Hablan por ti sus páginas inéditas.

Y no son recompensa ni limosna
que por olvido dejas para alguien,
para un ser solitario que rebusca
amarillos papeles, indelebles
escritos, confesiones muy antiguas.

¿Mejor hubiera sido ya quemarlos
para luego aventarles la ceniza
y no dejar memoria de tu nombre,
de lo que fuiste tú en verso y vida?
¿Entregarlos al viento y dispersarlos?

Nada ha ocurrido así… Sus inscripciones,
grabadas por la tinta en unas líneas,
no durarán tal vez o serán polvo
de voraces carcomas y del Tiempo.
Tu identidad trasueñan o trasfunden.

Los signos de tu alma están inscritos
en cada verso tuyo… Cada página
tu inconfundible firma ya rubrica…
Relativos futuros hoy aguardan
esa voz que no oyen todavía.

¡Identifica el libro a quien lo escribe!

Forma de esperanza, 1985.

HE AQUÍ LA PALABRA

He aquí la palabra transparente,
ese cristal del alma
que sólo aspira a ser el alma misma.

La opacidad encubre y la metáfora
es traslación ambigua
o velo que enmascara lo evidente.

Unas pocas palabras verdaderas
nos sirven de dicción
o de canto, de íntima sonata.

La transparencia brille en su pureza,
sin reflejos inútiles.
Desnudo sea el verso, agua límpida.

Forma de esperanza, 1985.

ENTONCES SOLAMENTE

Sólo cuando el silencio os exija
que habléis íntimamente,
con todos, con vosotros mismos dentro,
escribid lo que os dicta.

Urgentes, las palabras, una a una,
brotarán en la frase
como flores o música dilecta
que callar no es posible.

Un diálogo será o confesiones,
entonces solamente,
que colmarán espíritus de dicha
o de dolor sin nombre.

El placer renovado de sabernos
humanas criaturas
capaces de verter el rubio aceite
del habla necesaria.

Forma de esperanza, 1985.