Nocturno, de Edgardo Giménez

Poesía vertical es el título general que el argentino Roberto Juarroz (1925-1995) dio a las sucesivas entregas de su obra poética, que se caracteriza por el esfuerzo de comprensión del mundo interior y de  la realidad exterior, aprovechando las posibilidades transgresoras de la palabra poética.

EL POEMA RESPIRA POR SUS MANOS…

El poema respira por sus manos,
que no toman las cosas: las respiran
como pulmones de palabras,
como carne verbal ronca de mundo.

Debajo de esas manos
todo adquiere la forma
de un nudoso dios vivo,
de un encuentro de dioses ya maduros.

Las manos del poema
reconquistan la antigua reciedumbre
de tocar a las cosas con las cosas.

Cuarta poesía vertical, 1969.

DESBAUTIZAR AL MUNDO…

Desbautizar al mundo,
sacrificar el nombre de las cosas
para ganar su presencia.

El mundo es un llamado desnudo,
una voz y no un nombre,
una voz con su propio eco a cuestas.

Y la palabra del hombre es una parte de esa voz,
no una señal con el dedo,
ni un rótulo de archivo,
ni un perfil de diccionario,
ni una cédula de identidad sonora,
ni un banderín indicativo
de la topografía del abismo.

El oficio de la palabra,
más allá de la pequeña miseria
y la pequeña ternura de designar esto o aquello,
es un acto de amor: crear presencia.

El oficio de la palabra
es la posibilidad de que el mundo diga al mundo,
la posibilidad de que el mundo diga al hombre.

La palabra: ese cuerpo hacia todo.
La palabra: esos ojos abiertos.

Sexta poesía vertical, 1975.

TODA PALABRA LLAMA A OTRA PALABRA…

Toda palabra llama a otra palabra.
Toda palabra es un imán verbal,
un polo de atracción variable
que inaugura siempre nuevas constelaciones.

Una palabra es todo el lenguaje,
pero es también la fundación
de todas las transgresiones del lenguaje,
la base donde se afirma siempre un antilenguaje.

Una palabra es todavía el hombre.
Dos palabras son ya el abismo.
Una palabra puede abrir una puerta.
Dos palabras la borran.

Séptima poesía vertical, 1982.

DESGARRAR EL PAPEL AL ESCRIBIR…

Desgarrar el papel al escribir
para que desde el comienzo
asome por debajo el deterioro,
el desgaste, el hundimiento
al que se debe someter toda escritura.

Esa invalidez inaugural
limará las palabras
y acortará los desahogos,
hasta que surja el hilo retorcido
y ajustadamente abismal
del lenguaje correspondiente al hombre.

Que la escritura desguarnezca
a la mano que simula providencias.
Que la escritura no contribuya a armar la máscara
sino el rostro sin afeites que oficiamos.
Que la escritura enrole en su constancia
la cantera y la piedra,
la secuencia y el término,
la destrucción y el límite.

Octava poesía vertical, 1984.

CELEBRAR LO QUE NO EXISTE…

Celebrar lo que no existe.
¿Hay otro camino para celebrar lo que existe?

Celebrar lo imposible.
¿Hay otro modo de celebrar lo posible?

Celebrar el silencio.
¿Hay otra manera de celebrar la palabra?

Celebrar la soledad.
¿Hay otra vía para celebrar el amor?

Celebrar el revés.
¿Hay otra forma de celebrar el derecho?

Celebrar lo que muere.
¿Hay otra senda para celebrar lo que vive?

El poema es siempre celebración
porque es siempre el extremo
de la intensidad de un pedazo del mundo,
su espalda de fervor restituido,
su puño de desenvarado entusiasmo,
su más justa pronunciación, la más firme,
como si estuviera floreciendo la voz.

El poema es siempre celebración,
aunque en sus bordes se refleje el infierno,
aunque el tiempo se crispe como un órgano herido,
aunque el funambulesco histrión que empuja las palabras
desbande sus volteretas y sus guiños.

Nada puede ocultar a lo infinito.
Su gesto es más amplio que la historia,
su paso es más largo que la vida.

Novena poesía vertical, 1986.

LAS PALABRAS NO SON TALISMANES…

Las palabras no son talismanes.
Pero cualquier cosa puede
transmutarse en poesía
si la toca la palabra indicada.

No es asunto de magia ni de alquimia.
Se trata de pensar de otro modo las cosas,
palparlas de otro modo,
abandonar las palabras que las usan
y acudir a las palabras que las cantan,
las palabras que las levantan en el viento
como clavos ardiendo en el asombro.

Estacas convertidas en estrellas,
zapatos para calzar crucifixiones,
cegueras abiertas en la espalda del día,
visiones reservadas para volver a despertar,
ternuras que se postergan para salvar el amor.

Se trata solamente de crear otra voz:
la voz ausente adentro de las cosas.

Undécima poesía vertical, 1988.

QUISIERA A VECES BORRAR TODOS MIS VERSOS…

Quisiera a veces borrar todos mis versos
para escribir por primera vez un poema.
Todo lo escrito no me alcanza
para sentir que he escrito uno.

Tampoco es suficiente haber vivido:
vivir comienza siempre ahora.

Decimotercera poesía vertical, 1994.

SOÑAMOS CON UN LECTOR PERFECTO…

Soñamos con un lector perfecto.
Superior a nosotros.
Mejor aun que la propia lectura
de nosotros mismos.

Para él escribimos,
aunque no exista.
No podemos dejar de sentir
que se esconde detrás de ese silencio
que arrastran las palabras
como una túnica partida.

Quizás si persistimos
en este oficio desolado
de elevar torres sin andamios,
el lector que no existe
despierte alguna vez
allí donde el lector
ya no es necesario
porque al final toda lectura se lee sola.

Decimocuarta poesía vertical, 1997.