Julio Aumente

Árboles en flor, de Manuel del Río

El poeta cordobés Julio Aumente (1923-2006) es uno de los fundadores de la revista Cántico, que se convirtió, en la inmediata posguerra, en el refugio de la poesía esteticista, bella y sensual. Sus versos destacan por su imaginación, su ironía, su tono decadente…

DE POÉTICA

Torna voluble el facistol girante
de talladas caobas enceradas y oscuras,
donde en pintados pergaminos lucen
árboles genealógicos hasta Olimpos sublimes.

Comnenos, Lusignan, Valois, Hohenstaufen,
Hungría y Aragón, Plantagenet-Anjou;
es tal tanta belleza suntuaria que habría de ser mentira
–real verdad y mentira del hombre o de la historia, quién la sabe–.

Pues sí, amigos, poética concurrencia,
lucháis como jauría hambrienta por vana dominación.

Tomad mi parte, pavoneaos en el jardín de la fama.
Sin ambición, me quedo errante en mi pasado, en mis salones…

La antesala, 1981-83.


Jorge Montealegre

Barricada, de Alberto Pérez

Poeta chileno de la promoción de los 80, Jorge Montealegre (1954) comenzó a escribir a los 19 años, siendo preso político. En sus versos intenta compatibilizar lo íntimo y lo social.

ALTA POESÍA

Todos los vecinos de mi barrio duermen siesta,
pero hay chicos que golpean puertas fastidiando:
piden pan y no dejan
escribir los mejores poemas sobre el hambre.

Exilios, 1983.


José Antonio Mesa Toré

P de Pintura, de Roberto González Fernández

José Antonio Mesa Toré (Málaga, 1963) muestra especial predilección por la rememoración melancólica de episodios autobiográficos y el empleo del endecasílabo.

POÉTICA

Un joven, pensativo, mira el cielo,
paréntesis de luz en el afán estéril
de capturar el tono de la vida en un verso.
Han pasado los años con la prisa
del asesino por borrar las huellas
y el viento y las aguas huidizas se han llevado
la inocencia, las manos que en la noche
disponían los límites del sueño.
Todavía le quedan unas cuantas reliquias:
varios libros firmados, los diplomas
escolares y vanos que afean las paredes
y las cartas que desde la tardanza
le enviara una novia desdeñosa.
No sabe bien si el tiempo se recobra o se pierde
y acaso –piensa ahora– en esa duda
esté la madurez. Ya no es tan joven
como para ingresar en las antologías
del ramo, aunque le sigan
diciendo las visitas que es muy listo,
acepta en la bonanza de la tarde
que malgastó las horas persiguiendo fantasmas
entre la densa niebla de los folios.
Y con los ojos húmedos, cansado,
mientras a sus espaldas el cielo se oscurece,
regresa a su cuaderno: Un joven, pensativo

El amigo imaginario, 1991.


Vicente Gerbasi

Sin título, de Luisa Palacios

Vicente Gerbasi (1913-1992) es el principal representante de Viernes, grupo cercano al surrealismo, clave en la renovación de la poesía venezolana de los años 40. Su escritura es, a la vez, alucinada y armoniosa.

DOCUMENTO DE LOS SENTIDOS

He aquí un propósito de alucinado,
un paso más a orillas del abismo,
hacia el fondo agreste de la música,
donde duerme una pastora rodeada de yerbas del año:
hacer el relámpago sobre materiales de sombra,
iluminar hongos en rincones forestales,
despertar el agua en su silencio de serpientes azules.

He aquí que soy un habitante del sonido, de la humedad, del hueso,
en un espacio turbio de mercado,
donde se derraman las manzanas y las piñas,
donde brilla el ojo de la sardina.

Había dejado atrás a mis padres recogiendo bellotas en el crepúsculo,
vistiendo espantapájaros en una luz de confín.
Mis hijos vinieron de la sombra pastoreando conejos,
recogiendo estrellas en el césped.

¿Dónde estaba yo cuando descubrí la música
que hace desbordar las flores del día como en un espejo?
Mi edad había iniciado una cacería de venados bajo las palmas,
había guiado el entierro de un labriego
hacia el paraje lúcido de las cigarras.

¿Hacia dónde iba yo cruzando las noches del bambú
y la luz de los gavilanes?

Entré a la ciudad oyendo las campanas,
mirando las ventanas abiertas en un mes claro.

El perfil resume a los arcángeles,
despierta estatuas en el crepúsculo.
La ciudad después de la lluvia
es el espejo oscuro de los mendigos.

He aquí un propósito de alucinado:
fundar un espacio de lumbres, de escarabajos, de rostros
en el documento de los sentidos.

Los espacios cálidos, 1952.


Edmund Spenser

Tres niñas, de un seguidor de William Larkin

Edmund Spenser (1552?-1599) es, tras Wyatt y Surrey, el tercer gran eslabón en la consolidación del soneto en la poesía inglesa. Su obra muestra los ideales caballerescos, la condición sublime del hecho religioso y el amor como voluntad salvadora.

FELICES VOSOTRAS HOJAS, CUANDO ESAS MANOS DE LIRIO…

Felices vosotras hojas, cuando esas manos de lirio,
que sostienen mi vida con su poder de causar muerte,
os cojan y os ciñan con las bandas suaves del amor,
como a cautivos que ante el vencedor tiemblan.

Y felices versos, a los que con luz de estrellas,
esos ojos de lámpara a veces se dignen mirar
y leer las penas de mi espíritu angustiado,
escritas con lágrimas en el cerrado libro del corazón sangrante.

Y felices rimas bañadas en el sagrado arroyo,
del Helicón de donde brota,
cuando contemples esa bendita mirada de mi Ángel,
a mi alma largo tiempo le faltó alimento, a mi cielo júbilo.

Hojas, versos y rimas, buscan agradar tan sólo a ella,
pues si a ti te agradan, por nadie más cuidados tengo.

Amoretti, 1595. Traducción de Santiago González.