Reinaldo Arenas

Jugador de torres, de Jorge Camacho

La poesía del cubano Reinaldo Arenas (1943-1990), heredera de Villon, Quevedo y los poetas malditos franceses, fustiga con dureza el envilecimiento del poder y la calamitosa condición humana.

ENVÍO

Ruego al Diablo y a su más alto dignatario
acojan esta suerte de blasfemia
como se acoge un mal, una epidemia,
que acaba con esclavo y propietario.

Que acaba con esclavo y propietario
y si pudiera con la tierra entera,
pues, para serles franco, yo quisiera
convertir al mundo en un osario.

Convertir al mundo en un osario
y si pudiera todos los confines,
y si pudiera cientos de universos.

Ese es el propósito temerario
(no me hablen de rosas, amores o delfines)
que inspiraron estos furiosos versos.

La Habana, 1980. «Sonetos desde el infierno», Voluntad de vivir manifestándose, 1989.


Ana Merino

7 moscas y un vestido, de Amparo Sard

En la poesía de Ana Merino (Madrid, 1971) se funde la memoria y la imaginación, la cotidianidad y el misterio, lo real y lo onírico. La perplejidad ante la vida y el paso del tiempo, las mudanzas de la identidad, la vulnerabilidad del ser humano… son temas nucleares en su poesía.

EL INVENTOR DE LAS METÁFORAS…

El inventor de las metáforas
se parece al duende de los gatos
metiéndose a media noche
por la boca abierta de los niños
para fabricar sus sueños con pesadillas.

El inventor de las metáforas
saborea con su lengua pegajosa
cada llanto infantil
arañando las sábanas.
Y los niños sudorosos
se abrazan a la almohada
e intentan descifrar
la forma de su angustia.

El inventor de las metáforas
siembra una semilla venenosa
que germina en poema
o agoniza en locura después de muchos años.

La voz de los relojes, 2000.


Diego Hurtado de Mendoza

Santa Catalina, de Fernándo Yáñez de la Almedina

El poeta granadino Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575) cultivó al mismo tiempo la poesía tradicional y la italianista. Es autor de memorables redondillas y villancicos. Compuso el primer metasoneto de la literatura española.

PEDÍS, REINA, UN SONETO; YA LE HAGO…

Pedís, Reina, un soneto; ya le hago;
ya el primer verso y el segundo es hecho;
si el tercero me sale de provecho,
con otro verso el un cuarteto os pago.

Ya llego al quinto; ¡España! ¡Santiago!
Fuera, que entro en el sexto. ¡Sus, buen pecho!
Si del séptimo salgo, gran derecho
tengo a salir con vida de este trago.

Ya tenemos a un cabo los cuartetos;
¿Qué me decís, Señora? ¿No ando bravo?
Mas sabe Dios si temo los tercetos.

Y si con bien este soneto acabo,
nunca en toda mi vida más sonetos;
ya de este, gloria a Dios, he visto el cabo.


José Zorrilla

Paisaje de la Ribera de Manzanares, de Carlos de Haes

La poesía del escritor vallisoletano José Zorrilla (1817-1893) es representativa del Romanticismo tradicionalista y religioso. En sus poemas líricos y leyendas encontramos la misma musicalidad, fácil inventiva y colorismo que en su más famosa pieza dramática, el Don Juan Tenorio.

INTRODUCCIÓN A LOS «CANTOS DEL TROVADOR»

¿Qué se hicieron las auras deliciosas
Que henchidas de perfume se perdían
Entre los lirios y las frescas rosas
Que el huerto ameno en derredor ceñían?
Las brisas del otoño revoltosas
En rápido tropel las impelían,
Y ahogaron la estación de los amores
Entre las hojas de sus yertas flores.

Hoy al fuego de un tronco nos sentamos
En torno de la antigua chimenea,
Y acaso la ancha sombra recordamos
De aquel tizón que a nuestros pies humea.
Y hora tras hora tristes esperamos
Que pase la estación adusta y fea,
En pereza febril adormecidos
Y en las propias memorias embebidos.

En vano a los placeres avarientos
Nos lanzamos doquier, y orgías sonoras
Estremecen los ricos aposentos
Y fantásticas danzas tentadoras;
Porque antes y después caminan lentos
Los turbios días y las lentas horas,
Sin que alguna ilusión de breve instante
Del alma el sueño fugitiva encante.

Pero yo, que he pasado entre ilusiones,
Sueños de oro y de luz, mi dulce vida,
No os dejaré dormir en los salones
Donde al placer la soledad convida;
Ni esperar, revolviendo los tizones,
El yerto amigo o la falaz querida,
Sin que más esperanza os alimente
Que ir contando las horas tristemente.

Los que vivís de alcázares señores,
Venid, yo halagaré vuestra pereza;
Niñas hermosas que morís de amores,
Venid, yo encantaré vuestra belleza;
Viejos que idolatráis vuestros mayores,
Venid, yo os contaré vuestra grandeza;
Venid a oír en dulces armonías
Las sabrosas historias de otros días.

Yo soy el Trovador que vaga errante:
Si son de vuestro parque estos linderos,
No me dejéis pasar, mandad que cante;
Que yo sé de los bravos caballeros
La dama ingrata y la cautiva amante,
La cita oculta y los combates fieros
Con que a cabo llevaron sus empresas
Por hermosas esclavas y princesas.

Venid a mí, yo canto los amores;
Yo soy el trovador de los festines;
Yo ciño el arpa con vistosas flores,
Guirnalda que recojo en mil jardines;
Yo tengo el tulipán de cien colores
Que adoran de Estambul en los confines,
Y el lirio azul incógnito y campestre
Que nace y muere en el peñón silvestre.

¡Ven a mis manos, ven, arpa sonora!
¡Baja a mi mente, inspiración cristiana,
Y enciende en mí la llama creadora
Que del aliento del Querub emana!
¡Lejos de mí la historia tentadora
De ajena tierra y religión profana!
Mi voz, mi corazón, mi fantasía
La gloria cantan de la patria mía.

Venid, yo no hollaré con mis cantares
Del pueblo en que he nacido la creencia,
Respetaré su ley y sus altares;
En su desgracia a par que en su opulencia
Celebraré su fuerza o sus azares,
Y, fiel ministro de la gaya ciencia,
Levantaré mi voz consoladora
Sobre las ruinas en que España llora.

¡Tierra de amor! ¡tesoro de memorias,
Grande, opulenta y vencedora un día,
Sembrada de recuerdos y de historias,
Y hollada asaz por la fortuna impía!
Yo cantaré tus olvidadas glorias;
Que en alas de la ardiente poesía
No aspiro a más laurel ni a más hazaña
Que a una sonrisa de mi dulce España.

Cantos del Trovador, 1840-1841.


José Juan Tablada

Naturaleza muerta con granada, de Roberto Montenegro

José Juan Tablada (México, 1871-1945) es figura clave en la transición del modernismo a las vanguardias. Introdujo en nuestra lengua el haikai japonés y escribió poemas ideográficos en fechas tempranas. Su poesía, depurada y sintética, siente predilección por la imagen nueva y sorprendente.

PRÓLOGO

Arte, con tu áureo alfiler
las mariposas del instante
quise clavar en el papel;

en breve verso hacer lucir,
como en la gota de rocío,
todas las rosas del jardín;

a la planta y el árbol
guardar en estas páginas
como las flores del herbario.

Taumaturgo grano de almizcle
que en el teatro de tu aroma
el pasado de amor revives,

¡parvo caracol del mar,
invisible sobre la playa
y sonoro de inmensidad!

Un día… (Poemas sintéticos), 1919.