Francisco Umbral

490, de Luis Feito

La crítica reconoce en la prosa del narrador y periodista madrileño Francisco Umbral (1935-2007) una fuerte impronta poética. Su poesía, menos conocida, debe, a su vez, mucho a su faceta de narrador y de cronista de su tiempo. La actualidad, la memoria y el sexo son algunos de los temas claves de su lírica.

VOY A PONER PRIMERO, DONDE EMPIEZA ESTE LIBRO…

Voy a poner primero, donde empieza este libro,
un cuchillo de tiempo que he visto en la cocina,
voy a poner delante, porque el lector lo use,
un bruñido abrecartas, pulcro de asesinatos.
Quiero abreviar las cosas o dar facilidades,
que las páginas negras, duras por todas partes,
pueda el lector abrirlas como matando un primo.
Voy a poner delante, donde este libro acaba,
un puñal que sujete su dispersión de puta:
crímenes y baladas, cosas que me pasaban
cuando el color del pene era de oro molido.

Hay que echar a puñados, como se coge fruta,
páginas y palabras en las manos de nadie.
Hay que ordenar la tinta como un mar que se peina,
y que el hilo del tiempo, de donde cuelga ropa,
ponga a secar la prosa, las bragas de una chica.
Luego el lector, despacio, con aterido acento,
dice en voz alta cosas, frases que le han quedado,
vive ya del veneno gris de los malos libros,
pero se ha acostumbrado, ha de seguir leyendo:
toma el puñal o copa, abrecartas o libro,
bebe por cualquier parte, huye declamatorio,
vuelve a la librería, recobra su dinero
y en un rapto que repta se suicida cantando.
Ya está todo cumplido, la muerte ordena el mundo,
mi libro iba por libre y hoy se viste de entierro:
hemos matado a un dulce y terco seminarista.
Antologías letales o dagas de cocina,
lentos alejandrinos, prosas como emboscadas,
trampas para muchachas, el corazón o el sexo.
Hay que reunir esfuerzos, libros, antologías,
y hacer con ello fuego, luces de fin de mes
a ver si alguien nos mira, si una preadolescente
comprende que su vulva, rosa de Alejandría,
es el lugar de un crimen, cópula o pie de imprenta.

Crímenes y baladas, 1981.


Sylvia Plath

Dos mujeres leyendo, de Sylvia Plath

En la escritura de la estadounidense Sylvia Plath (1932-1963), ensimismada y doliente, predomina la indagación en el inconsciente y la obsesión por la muerte. Su pasión por el lenguaje, por sus múltiples sugerencias, se manifiesta en el valor simbólico con que viste las anécdotas cotidianas.

POEMAS, PATATAS

La palabra, definiendo, amordaza; el verso trazado
Destierra a sus iguales más vaporosos, y medra, asesino,
En organizaciones que los versos imaginados

Tan solo pueden rondar como fantasmas. Recios como las patatas,
Como las piedras, sin conciencia, la palabra y el verso se resisten,
Ceden bien poco. No es que sean burdos (aunque

Con frecuencia luego haya que modificarlos
Por delicadeza o equilibrio) sino que continuamente
Me dan menos de lo que deben: por una razón

O por otra, continúan decepcionándome.
Antipoética, antipictórica, la patata, en cambio,
Apiña sus nudosos marrones en una página
Inmensamente superior; y también la piedra roma.

1958. Poesía completa, 1981. Traducción de Xoán Abeleira.


Gonzalo Millán

La poesía de Gonzalo Millán (Chile, 1947-2006) está presidida por la “mutación permanente de contenidos y formas” con el fin de acceder al conocimiento y al misterio de la existencia.

VACUNA

En realidad ya no escribo,
inoculo vocales, consonantes
de un alfabeto de microbios.
Vacuno con el virus
de la verborragia, el silencio.

Virus, 1984.


Hugo Mayo

Desnudo recostado, de Manuel Rendón

Los primeros poemas que Miguel Augusto Egas (Ecuador, 1898-1988) firmó con el seudónimo Hugo Mayo se publicaron en revistas vanguardistas de los años 20, como Motocicleta. Hasta los años 70 no se recogerían en libro sus versos atrevidos e iconoclastas.

ME IDENTIFICO

Soy Hugo Mayo, un poeta distinto
Soy a mi manera
–Como temo intoxicaros, olvidad que soy poeta
Les permito llamarme como quieran–
Al mundo llegué, según mis padres, el día domingo,
Cuando apenas el alba se pintaba
Noviembre 24 señalaba el calendario
Mi cuna: un fondeadero; Manta
Manta entonces era pequeña y paupérrima
Hoy, puerto con rompeolas, ciudad que maravilla,
Aunque le pese a cualquier otro puerto
Mi rebeldía, como mi mar, la doy en tumbos
Poseo la reciedumbre del algarrobero
Mis primigenios: un bosque y un océano
Así, la engendración de savias y aguasal,
a no dudarlo, he sido, soy y sigo siendo

Un día, resuelto, «le torcí el cuello
al cisne de engañoso plumaje» que cantaba
Los patocuervos no me perdonaron
Buscaron en bandada atacarme en mi reducto,
pero los desplumé; y, apenas si pudieron
No contentos me llamaron el verdugo del verso
Sin embargo, sigo siendo Hugo Mayo,
un poeta distinto. Soy a mi manera
«El primer hombre de nuestra más alta poesía»,
dictamen de un Aedo
Aún más, vadeando lo imposible, publiqué
«Motocicleta», revista que proclamó la revuelta
Si miento, acaso, en varias Antologías
Estoy de cuerpo entero

Poemas de Hugo Mayo, 1976.


Marina Tsvietáieva

La obra poética de Marina Tsvietáieva (Rusia, 1892-1941), una de las más importantes de la conocida como edad de plata de la literatura rusa, se caracteriza por la experimentación con el lenguaje, los referentes culturales, la exploración en las vivencias personales y la condena a las normas sociales que ahogan la libertad del individuo.

MIS VERSOS, ESCRITOS TAN TEMPRANO…

Mis versos, escritos tan temprano
que no sabía aún que era poeta,
inquietos como gotas de una fuente,
como chispas de un cometa,

lanzados como ágiles diablillos al asalto
del santuario donde todo es sueño e incienso,
mis versos de juventud y de muerte
-¡mis versos, que nadie lee!-,

en el polvo de los estantes dispersos
-¡que ninguna mano toca!-,
como vinos preciosos, mis versos
también tendrán su hora.

Koktebel, mayo 1913

Traducción de Severo Sarduy.