Autor: editor

Salomón de la Selva

Bodegón de rosas, de Alejandro Alonso Rochi

Salomón de la Selva (1893-1959) es el máximo representante del posmodernismo en Nicaragua. Por influencia de la poesía norteamericana, introdujo en el poema los giros coloquiales y el prosaísmo.

LA LIRA

¿Quién ha visto una lira?
La lira es una palabra.

Era instrumento, pero ahora
es más: es un vocablo.
Las cosas que se vuelven palabras
se magnifican o rebajan.

El lenguaje
tiene la virtud del amor:
exalta o mengua.
Por eso la lira me inquieta.

La lira es cosa muy barata.
¡Quién no tiene lira!
Yo quiero algo diferente.

Algo hecho de este alambre de púas;
algo que no pueda tocar un cualquiera,
que haga sangrar los dedos,
que dé un son como el son que hacen las balas
cuando inspirado el enemigo
quiere romper nuestro alambrado
a fuerza de tiros.

Aunque la gente diga que no es música,
las estrellas en sus danzas acatarán el nuevo ritmo.

El soldado desconocido, 1922.


Juan Carlos Mestre

Acuarela de Juan Carlos Mestre

El poeta leonés Juan Carlos Mestre (1957) concibe la poesía como reducto de la imaginación, el misterio y el prodigio. Del surrealismo toma el gusto por el versículo y un lenguaje poético irracional, alucinante; también la rebeldía y la protesta.

ELOGIO DE LA PALABRA

Esta palabra no ha sido pronunciada contra los dioses, esta palabra y la sombra de esta palabra han sido pronunciadas ante el vacío, para una multitud que no existe.

Cuando la muerte acabe, la raíz de esta palabra y la hoja de esta palabra arderán en un bosque que otro fuego consume.

Lo que fue amado como cuerpo, lo escrito en la docilidad del árbol único, será consolación en un paisaje lejano.

Como la inmóvil mirada del pájaro ante la ballesta, así la palabra y la sombra de esa palabra aguardan su permanencia más allá de la revelación de la muerte.

Sólo el aire, únicamente lo que del aire al aire mismo trasmitimos como testamento de lo nombrado, permanecerá de nosotros.

La luz, la materia de esta palabra y el ruido de la sombra de esta palabra.

La poesía ha caído en desgracia, 1992 .


Pedro Serrano

Cabeza y sandía, de Vladimir Cora

Para el mexicano Pedro Serrano (1957) “lo que hace todo poema es desplazar sentidos, desfijar el lado racional de la lengua”; de ahí que titule a su poesía reunida como Desplazamientos. En sus versos, la intensidad emocional no está reñida con el rigor formal.

LA LLUVIA SECA

A veces el poema es un derrumbe,
un lento y doloroso desprendimiento,
una oscura y escandalosa caída de piedras.
Como una lluvia seca
la cascada de rocas se despedaza
no en el aire sino dentro de sí misma
y el poema es ese polvo de piedra amontonada,
ese duro esqueleto de la lluvia
en donde apenas puede respirarse.
El poema se graba como costra:
no es aquel lento movimiento de ola,
polvo de espuma sobre la caída,
lento despedazarse de las cosas.
Es las estrías de tierra,
los mojones y plantas revolcadas,
la rota sequedad en el silencio posterior,
el hueco desolado en la pared descubierta.
El poema es la costra,
la imagen al final despedazada,
la ruina de esa imagen.

El miedo, 1986.


Francisco Giner de los Ríos

La siesta / La soledad, de Miguel Prieto

El madrileño Francisco Giner de los Ríos (1917-1995) realizó una gran labor como difusor de la poesía de los españoles exiliados en América. La suya se caracterizó por la transparencia del lenguaje y la hondura con la que se expresan anhelos y nostalgias.

ROMANCILLO DE LA SOLA RAZÓN

Nada puede callarme
lo que bulle aquí dentro.
No hay flor posible ya
que perfume su anhelo,
que me contenga el ansia
y la doble en silencio.
Sólo quiero esta llaga
que me requema el pecho
y me entrega la luz
constante del recuerdo.
Frente a los ojos limpios
hay mil paisajes nuevos
que no adquieren presencia
tapados por el fuego.
¡Que nadie me pregunte
de dónde ciego vengo,
que la angustia me nace
otra vez en el sueño
y me deshace el grito
que me sostiene entero!
En mi sangre hay cien nombres
con sus ramas revueltos.
¡Nadie me los separe
ni traicione mi acento,
que no hay nada más noble
que dé fuerza a mi pecho!
A la rosa y a la seda
nunca me las encuentro.
Hacia el cielo y la nube
se ha quebrado mi esfuerzo.
Nada puede callarme
lo que bulle aquí dentro.

Jornada hecha, 1953.


Juana Borrero

Fantasía de primavera, dibujo de Juana Borrero

La poeta cubana Juana Borrero (1877-1896) murió con sólo 18 años. Sus poemas, sensuales, melancólicos y dolientes, asombran por la insólita precocidad de su autora y por el halo de misterio que los envuelve.

EL IDEAL

¡Yo lo siento en mi alma!… Él me reanima
Y me presta el calor del entusiasmo,
Él me muestra a lo lejos, siempre verde
Laurel inmarcesible y codiciado!

Él inspiró los cánticos fugaces
Do rimé mis primeros desengaños,
Él me conduce ahora sonriente
Por la senda difícil del trabajo.

Cuando a veces me postra el desaliento
O la nostalgia ardiente del pasado,
Él me ilumina un porvenir glorioso
Con el fulgor benéfico de un astro.

Donde quiera me lleve he de seguirle
Y aunque deba morir en suelo extraño
Yo cruzaré tras él siempre serena
La inmensidad grandiosa del Océano.

¡Oh patria! Si la muerte inexorable
No me detiene con su helada mano
En mitad de la senda peligrosa
A donde en pos de mi ideal me lanzo,

Tu recuerdo que siempre irá conmigo
Me dará nuevo ardor ante el obstáculo…
¡Yo salvaré mi nombre del olvido!
¡Yo lucharé por conquistarte un lauro!

1893. Rimas, 1895.