La poesía torrencial, proteica y transgresora de Saúl Ibargoyen (Uruguay, 1930) indaga en las “atmósferas estremecidas” del mundo contemporáneo, ese “gran cambalache espiritual, estético e ideológico”.
ARTE POÉTICA
Recojo largas
notas de tango
que suelen caer de los balcones,
y el hambre de tantos perros
que surcan su olvido
de calles y nombres.
Estoy atento al desempeño
que entiendo corresponde
a mi esperanza,
que aunque la nombre apenas,
como al paso,
es quien me empuja
y me distrae
del sopor, del humo,
del sucio latido de la vida.
Tomo nota, además, de mi cuerpo:
invento un río
que entre piel y hueso
va creciendo,
e incluyo estos instantes
en que el mundo
declina su pasión
y me alimenta.
Pasión para una sombra, 1959.